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Cuando se apagan las luces es el momento de hacer balance. Y se acaban de apagar las del pabellón de España en la Feria del Libro de Fráncfort que, para quienes no lo sepan, es la feria del libro más importante del mundo. Y hay un nombre propio ineludible a la hora de explicar el éxito de España en la feria: María José Gálvez, directora general del Libro. Y añadiré un nombre más: Elvira Marco, comisaria del proyecto. El lema de esta edición fue ‘Creatividad desbordante’ y les aseguro que se hizo realidad. Impresionante el árbol de las cerezas como homenaje a Carmen Martín Gaite, que decía que las historias son como cerezas, tomas una y de esta saltas a otra y a otra... Un pabellón sorprendente, imaginativo, una organización perfecta, así como la decisión de la pluralidad en la presencia de los escritores. Voces distintas, voces consolidadas, voces nuevas, voces de las cuatro lenguas en las que nos entendemos en España, español, gallego, vasco y catalán. Autores novísimos, poetas, ensayistas, autores consolidados, ilustradores, diseñadores, libreros... Todos juntos funcionando como un reloj preciso porque detrás de tanta diversidad había un equipo excelente. Y sí, puedo contar como los responsables de la feria asistían con admiración al buen hacer del equipo español del Ministerio de Cultura. Como durante una semana Fráncfort ha sido, casi casi, la capital literaria de España. Y la presencia de los Reyes inaugurando la feria fue sin duda un puntazo, una más que brillante idea si nos atenemos a los comentarios que dejaron a su paso. Gálvez ha presentado una España creativa moderna, desbordante de imaginación. Pero ahora, a la directora general del Libro le toca librar una batalla ardua en la que depende de la voluntad de los gobernantes, de su ministro, el señor Iceta; de la ministra de Hacienda, Montero, y por supuesto del presidente Pedro Sánchez. Y esa tarea, como decía, no es otra que ayudar con subvenciones a editoriales extranjeras para que puedan publicar obras españolas.