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Lo ocurrido estos últimos días, con los inflamados discursos cruzados entre el Gobierno y los grupos que le apoyan con la oposición, me ha evocado de manera inevitable a algunos de los episodios más lamentables de las semanas previas al referéndum ilegal del 1-O en Catalunya. Tanto en las formas como en el fondo, reducido todo a un trágala en el que se acaban pisoteando todos los principios democráticos; la imposición de la mayoría sin ningún tipo de escrúpulos ni reparo. El espectáculo de de hoy, como ocurrió en Catalunya, es el resultado del fracaso político de unos y otros. Yerran quienes se piensan que nada han tenido que ver con ese delirio que ya a todos nos incumbe. Reitero que el cinismo del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, mucho tiene que ver en el actual clima de confrontación; del mismo modo que el tancredismo de Mariano Rajoy acabó provocando el desastre y la división en Catalunya.

Los obuses dialécticos del pasado jueves en el Congreso son el reflejo de una crispación que, y esperemos que así siga, no está en la calle. Al menos de momento. El manoseo jurídico que ha perpetrado el Gobierno y el enfrentamiento directo con el Poder Judicial de estas últimas semanas es inédito en nuestra democracia, la cual adolece de una manifiesta falta de políticos con sentido de la responsabilidad de Estado. Reitero que, por fortuna, el ciudadano de a pie ha desconectado de sus dirigentes y se preocupa por las cuestiones importantes del día a día, que son ganarse el pan lo mejor que puede y tratar de disfrutar de la vida; el resto ya poco le importa.

Para salir del atolladero no hay más remedio que despedir a todos los redactores de los argumentarios que cacarean los políticos, y de los que se alimentan los tertulianos televisivos. Esta situación, retroalimentada por la cercanía de las elecciones de mayo, pone a prueba la talla de estadista para Alberto Núñez Feijóo y su capacidad para neutralizar a un Sánchez desbocado y al servicio de sus socios. La posición de Emiliano García-Page, el presidente socialista de Castilla-La Mancha, la pueden compartir miles de socialistas españoles; es cuestión de saberlo enfatizar. Los estrategas del PSOE y de La Moncloa confían en la amnesia del electorado, aunque me da que en esta ocasión se está arriesgando demasiado. Son muchos los frentes abiertos para salir indemnes de este triple salto mortal que se ha gestado.

Bauzá siempre miente. La celeridad con la que el expresidente balear y eurodiputado de Cs José Ramón Bauzá se ha querido desmarcar del ‘Qatargate’ que ha estallado en la sede del Parlamento Europeo es muy sospechosa, entre otras razones, porque si algo ha caracterizado al personaje, es su afán vanidoso añadido con una querencia especial por la mentira y la falsedad. Con su paso por el Govern quedó acreditado como un practicante aventajado. El buen hombre no tenía reparo en publicitar sus viajes a Catar, aunque nunca quedaba muy claro la razón y el sentido de su presencia en aquel lejano país. Habrá que esperar a conocer en qué acaba este episodio que huele a trama corrupta en pleno corazón de la Unión Europea, en cualquier momento puede saltar la liebre.