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Yo sé que hay cafres en todas partes, de todas las ideologías y militantes de cualquier opción política, pero es que al Partido Popular le crecen los enanos. También sé que debe de ser complicadísimo controlar quién se adhiere a tu club y de qué pie cojea cada uno de los millones de personas de todo pelaje que pagan el carnet del partido. Pese a ello, hay cosas que jamás deben tolerarse. Y no solo de cara a la galería, habría que entrar en ellas como un elefante en una cacharrería, con todo el peso y el afán destructivo. Me refiero a ese individuo que responde al nombre de José María Saiz, a la sazón alcalde de un pequeño pueblo de Cuenca. No me atrevería a llamarle persona. El tipejo se ha despachado a gusto al hablarle a un micrófono –tampoco puedo comprender por qué a alguien así se le pide la opinión y mucho menos por qué se hace pública– contra Irene Montero. En este país donde tanto se prodigan los analfabetos energúmenos violentos y asquerosos, por desgracia, lo que dice –vomita más bien– el susodicho es algo que comparte demasiada gente. No voy a repetir sus palabras, repugnantes, pero le dedico estas líneas para constatar, una vez más, que el machismo más abyecto, ruin y casposo que puede existir campa a sus anchas por la geografía patria. Pensar algo como lo que ha dicho está mal, horrible, pero decirlo en voz alta raya el delito. Por eso el PP tendría que hacer algo más que expulsar a la sabandija de sus filas o condenar sus palabras. Debería denunciarlo por «delito de odio» y arrasar con él, como el elefante de los cacharros, para dar ejemplo y para dejar bien claro que aunque uno sea macho, de pueblo, tosco y de derechas, referirse así a una mujer y a una ministra es intolerable.