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Viajar en bus es lo más parecido a una zambullida en la realidad –creo que lo he escrito tantas veces que no sé si dejar aquí este artículo– y, este año, como es gratuito para quienes utilizan tarjetas ciudadanas, se amplía el campo de visión. Si Tezanos, o cualquier encuestador (naturalmente, también cualquier encuestadora) preguntaran en el bus para sus barómetros y sondeos, seguramente clavarían los datos. El autobús es como un espejo. Y este año no hay que pagar por utilizarlo. Un chófer de la EMT de Palma avisó el otro día a alguien que acababa de subir y que ya avanzaba hacia atrás (sólo en los buses eso tiene sentido: se avanza dirigiéndose hacia atrás): «Oiga, no ha sonado la tarjeta, vuélvala a pasar». Y como la persona en cuestión no se daba por aludida (y ya sobre su espalda se clavaban miradas inquietas y gestos de desaprobación de otras personas incómodas por el hecho de que el vehículo no emprendería la marcha hasta que el asunto se solventara), añadió: «Que sólo es volverla a pasar, que es gratis».

Nos estamos acostumbrado a viajar en autobús por Palma (también en todo el transporte público de Mallorca, incluido el tren) sin cargar la tarjeta ciudadana. Incluso quienes no la tenían, decidieron hacerse con una. Alguna persona conocida que no había visto antes me ha preguntado si utilizaba el bus habitualmente y relatado su experiencia nueva. ¿Qué sentiremos el día que deje de ser gratuito? ¿Afrontarán los gobiernos que lleguen tras las próximas elecciones la posibilidad de que no haya que pagar nunca por utilizar en transporte público? Algún país ha puesto en marcha una medida así y hay ciudades por Europa que también han probado esa posibilidad. ¿Será una de esas medidas inevitables?, ¿debe afectar a residentes y no residentes? Tampoco estaría de más algo de pedagogía: no es fácil bajar impuestos y no pagar por viajar en autobús.