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Por estas cosas de la inflación atribuida a la guerra de Ucrania, que según los expertos iba a ser transitoria, casi todos los Gobiernos de Europa tienen problemas serios con la cesta de la compra, y aunque llevan un año implementando medidas para paliar la carestía de los alimentos, tales medidas sólo funcionan unas semanas, si funcionan, y enseguida retorna la penuria alimentaria. ¡Problemas alimentarios en Europa! Eso sí que no nos lo esperábamos. Esperábamos una guerra atómica, o una tragedia invernal por falta de gas y recursos energéticos, pero no el infortunio más antiguo de la humanidad: Cómo conseguir comida. Y mañana qué comemos. Esa pregunta angustiosa recorre toda la literatura universal durante siglos, es el gran tema (subyacente, como la inflación) de millares de novelas y relatos, y yo diría que incluso es la madre de la cultura, cuyo desarrollo sólo obedece a la necesidad de contestarla. Europa también ha pasado hambre durante milenios, de ahí la poderosa cultura occidental. ¡Pero ahora…! ¡En plena era tecnológica!

Bueno, tanto como hambre todavía no, pero los problemas alimentarios llevan un año creciendo sin cesar en el continente, y ello pese a los desvelos y paquetes de medidas correctoras que decretan los Gobiernos. O que proyectan decretar, porque esto de la comida de transitorio nada, va para largo, y no sólo por Ucrania. Ni siquiera está claro que alguna vez fuese por la guerra. El caso es que un año después, las noticias diarias sobre la crisis alimentaria en los países más ricos del mundo parecen una novela Dickens, o de Dostoievski (en España diríamos historietas de Carpanta), con gente obsesionada con la comida y preguntándose qué comeré mañana. No porque no haya comida, que sobra, sino porque es inalcanzable a diferencia de la tecnología. Tecnología digital barata, toda la que quieras; huevos fritos con patatas, no tanto. Mira que si nos acabamos comiendo los teléfonos móviles, como se zampaba Chaplin unas botas en La quimera del oro. Sí, suena exagerado. Pero más vale que nos vayamos acostumbrando, porque lo de la cesta de la compra no lo calcularon los economistas. Yo mañana comeré sopa de ajo. Fácil, exquisita, asequible.