TW
2

Siempre lo digo: España es un país con gravísimos problemas. Cada día del año se suicidan diez personas, lo que muestra la cruda realidad de tristeza, desesperanza y falta de expectativas de miles de ciudadanos. Medio centenar de mujeres mueren asesinadas por sus parejas mientras más de treinta mil están en el radar de la policía por el riesgo a acabar igual. Hay tres millones de parados, quizá otros tantos inmigrantes sin regularizar, jóvenes que no encuentran un hueco en el mercado laboral y, cuando lo hacen, se dan de bruces con el panorama: temporalidad, bajos salarios, precariedad. Diez millones de pensionistas se comen un enorme bocado de los presupuestos, mientras la abultadísima deuda pública se lleva otro buen pedazo. La antaño elogiada sanidad pública hace aguas, igual que la educación. De investigación y desarrollo, ni hablemos.

En un par de meses se celebran elecciones municipales y autonómicas y en diciembre, las generales. Los españoles nos jugamos mucho. Muchísimo. Sin embargo, qué poco contenido vemos en las palabras de los políticos. Esta misma semana hemos visto al alcalde de Madrid, la ciudad más importante del país, con sus enormes problemas también, dando saltitos en una cama elástica en pleno acto electoralista. Como un bobo, como un chavalín que juega un rato porque no tiene nada mejor que hacer. Los políticos se prestan a cualquier payasada que llame la atención con la esperanza de capturar un voto más. ¿Por qué en vez de eso no nos explican cómo piensan resolver los problemas que nos asfixian? Será, imagino, porque no tienen la más remota idea. Y su idiocia e ignorancia la disfrazan con una supuesta simpatía, gracia y cercanía al pueblo. ¡Pobre pueblo!