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De la sangre de los dragones asesinados no brotan rosales rojos, eso es un mito romántico. Como las mandrágoras mágicas que crecían bajo los ahorcados, pero más poético. Lo que no impide que hoy, día de Sant Jordi y también Día del Libro, se mantenga la tradición de los libros y las rosas. No sé si durará mucho porque el romanticismo está ahora mal visto, se considera psicológicamente nocivo. Sobre todo para las mujeres, a las que además de cosificar también las espiritualiza, que es aún peor. Feministas, sociólogas, escritoras y filósofas llevan años denunciando la abominación del amor romántico, al que dan por muerto cada día, por lo que celebraciones literarias y florales como la de hoy, que encima es domingo, tienen los días contados. ¡Domingo de rosas y libros! Demasiado amor romántico asoma ahí, mal asunto Por supuesto, estas expertas (y expertos) abolicionistas del amor romántico, nunca dicen cuál es la alternativa a ese mito de mil años, por lo que yo pensaba que sería una gilipollez, o una sarta de cursilerías. Chorradas, en fin. Y parece que no sólo eso. El otro día me enteré por la prensa de que la filósofa canadiense Carrie Jenkins, máxima autoridad en otras formas de amar, abogaba por el prehistórico poliamor, nada romántico, que además de tener miles de años antigüedad, ya lo inventamos nosotros, los de mi edad, allá por los años sesenta del siglo pasado. Qué tiene esto que ver con el día del libro y la rosa, dirán. Muchísimo. Porque si desaparece el amor romántico, y casi ha desaparecido por la infelicidad que provoca, desaparecen todos los libros que merece la pena leer, y cómo no, también las rosas. De la sangre del dragón que mató Sant Jordi defendiendo a una princesa, no brotan ni hierbajos. Valiente pijada, esa rosa. Así que celebren este domingo rosado mientras tengan ocasión. Cada año me cuesta más convencerles de que salgan a ver libros el Día del Libro. Me hago un lío. ¿Y cuánto tiempo llevaría cumplir con esta romántica festividad? Noventa minutos, más o menos. Como una peli o un partido de fútbol. ¿Y qué libro compro? ¿A quién le regalo la rosa sin que se ofenda o apesadumbre? Y yo qué sé. Pongan también algo de su parte, caramba.