Cuando los morteros enemigos dieron por fin un rato de descanso, el miliciano David tomó papel y lápiz. Quería avisar a su novia de que estaba luchando en primera línea del frente de Mallorca. Su salida de Barcelona había sido precipitada y ni siquiera se había podido despedir. Se sentó a cubierto tras la gruesa pared de piedra que le servía de parapeto, colocó el papel sobre una caja de municiones y escribió: «Recordada María: Aquí en Porto Cristo se está muy bien, no pasa nada. He saludado a muchos amigos que tenía aquí. La norma es dejarse la barba y ahora parezco un superviviente de la edad de piedra. También fumamos en pipa. Suerte que tabaco no nos falta. Esto acabará muy pronto. Esta gente (los fascistas) están desmoralizados completamente».
La última carta del miliciano David Amat
Palma13/05/23 0:29
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