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C ircula por la prensa un gráfico muy revelador que explica la evolución de la convergencia económica de España conEuropa.En 1960, cuando el país empezaba a emerger de lo más oscuro de la postguerra y los europeos disparaban ya su nivel de vida tras la reconstrucción tras su propia contienda, estábamos al 67 por ciento de distancia. Quienes nacimos en esa década y tuvimos el privilegio de vivir y crecer en la frontera con esa Europa libre y desarrollada, vimos en directo cómo ellos progresaban y nosotros, año tras año, apenas conseguíamos raspar algún avance.En lo económico, porque en lo social, cultural, científico y político seguíamos en la oscuridad total. A la muerte de Franco alcanzamos el 83 por ciento, una cifra mucho más optimista... en la que seguimos anclados. Hemos necesitado casi cincuenta años de esfuerzos ingentes, un gobierno detrás de otro, una balbuceante democracia, miles de millones de euros regados desde Bruselas, varias generaciones de ciudadanos, trabajadores, empresarios, políticos, maestros... para quedarnos atascados. Somos el vivísimo ejemplo del hámster atrapado en la rueda. Corriendo sin tregua, sin descanso, día y noche, para nada. Las consecuencias de la crisis del petróleo nos devolvieron a los infiernos, el impulso del cambio de milenio nos empujó hacia arriba. Hasta vislumbrar por fin la convergencia, al llegar al 91 por ciento. Puro espejismo. La debacle de 2008 hizo el resto. Nos sepultó. Y ahí estamos, quince años después, hundidos. En ese mismo 83 por ciento de hace medio siglo. Vapuleados por una crisis tras otra, desde los setenta hasta hoy. Cualquiera que viaje un poco por Europa notará enseguida cómo viven ellos y cómo nosotros.