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La precampaña electoral nos va mostrando cuáles son las diferentes estrategias de los principales partidos. En el caso del PSOE apostándolo todo a Pedro Sánchez. Esta fase la protagoniza él mismo acudiendo a entrevistas en la radio y la televisión en medios a los que había ignorado en los últimos cuatro años. Es una apuesta arriesgada inducida por el horizonte que perfilan las encuestas pero le puede salir bien porque al comparecer en programas con audiencias transversales con mensajes en los que se queja del mal trato de los medios cuya mayor parte –según él– son conservadores, pueden llegar a públicos dispares.

Es una apuesta en la que asume que las urnas el 23 de julio tendrán un carácter plebiscitario, como ya ocurrió con las municipales y autonómicas de mayo. Lejos de los mítines, parece que en esta fase el objetivo de campaña es derrotar a las encuestas a base de prodigar entrevistas. Hasta ahora, salvo la concedida a Carlos Alsina en Onda Cero –de la que salió trasquilado–, el «por qué nos ha mentido tanto a los españoles», le perseguirá por algún tiempo, en las restantes, incluida la del Hormiguero en la que a Pablo Motos se le notaba cohibido, ha conseguido salir airoso.

Sánchez se manifiesta acorralado y dice sentirse víctima del acoso de los medios conservadores. Una paranoia de quien no parece entender en qué consiste la crítica en el sistema de contrapesos propio de los regímenes democráticos. En puertas de unas elecciones a las que se llega con un grado de polarización muy elevado como es el caso, la influencia de los debates en los votantes es limitada. El personal tiene ya formada su idea de a quién va a votar, pero aún así, un error o la puesta en evidencia acerca de una falsedad, puede inducir a un cambio. Sánchez sabe que su futuro político está amenazado y eso le convierte en peligroso. Ante el cara a cara que se anuncia, Núñez Feijóo no debería confiarse y tener muy presentes las palabras de Mariano Rajoy.