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Ahora que el Titanic ha reflotado mediáticamente gracias al pequeño Titán, el infausto sumergible que implosionó cuando descendía por las frías aguas de Terranova para visitar al transatlántico, es momento de recordar a otro monstruo de 41.000 toneladas que en 1943 corrió la misma suerte. Y cuyo destino ha quedado ligado para siempre a Mallorca. El acorazado Roma era el buque insignia de la Regia Marina italiana en la Segunda Guerra Mundial. Era una bestia dotada de nueve portentosos cañones de quince pulgadas, supuestamente indestructible. Como el Titanic. El 9 de septiembre, tras la caída de Mussolini y el cambio de bando de Italia en la guerra, el Roma debía ser entregado a los Aliados en Malta, pero cuando navegaba junto a otros buques por el estrecho de Bonifacio, la Luftwaffe alemana los descubrió y aniquiló con una pasmosa facilidad. Hitler nunca olvidaba una traición y el acorazado italiano, la máquina temible de Il Duce, se hundió en aquellas aguas tragándose a casi 1.400 marineros. Los 600 supervivientes fueron trasladados a Mallorca y Menorca, que eran puertos neutrales, y muchos de ellos se quedaron prisioneros en la base naval del Port de Sóller. En realidad, aquellas instalaciones se convirtieron con los meses más en un agradable hostal que en una cárcel para los italianos, que prácticamente hacían lo que querían de día y solo regresaban para pernoctar. Luego, Franco los trasladó a Girona, donde permanecieron hasta 1944. El acorazado Roma descansa a 1.200 metros de profundidad en Cerdeña. Y de momento no hay ningún Titán que lo perturbe. A Dios gracias.