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Cuando el concierto parlamentario de Prohens estaba en fase de ensayo y ajuste, las fuerzas económicas de esta tierra no se privaron de decir que la música les sonaba bien. Es lo que esperaban de la nueva directora de orquesta y de los solistas con mando en programas y en instituciones. Suena bien, decía un representante de los promotores inmobiliarios. Elogiaba el cambio la patronal y el máximo dirigente de los comerciantes. Cuando el recital era simplemente un avance de posición, unos acordes de calentamiento, el sonido fue suficiente para que los que manejan los negocios entraran en trance. No te pierdas lo de los hoteleros, los primeros que levitaron y ahora el sonido les parece estupendo. Vade retro, intervencionismo. Fuera moratorias. Todo estaba en la campaña, pero la palabra en esos días de vehemencias apenas vale nada, como no valen los programas porque nadie se los lee. Pueden contener algún valor los discursos de investidura, aunque siempre tienen un margen para la rectificación. Curiosamente, el primer discurso suena globalmente bien si utilizas el término sostenible, prometes gobernar para todos, ofreces diálogo abierto y empleas como resorte la palabra libertad. No falla. Música celestial, pero el sesgo destaca cuando la directora subraya lo que le beneficia a ella y a los suyos: no cumplir la ley de educación ni la de la vivienda, barra libre para hoteles, suelo para promotores y que el dinero de los impuestos está mejor en el bolsillo de los contribuyentes. Entre otros retrocesos. Algunos retrotraen a los años jurásicos de Bauzá.