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Si no se llega a corregir el auto del magistrado Carlos Gómez nos hubiéramos perdido esta vista judicial donde se manifiestan las tácticas que el exjuez Penalva y el exfiscal Subirán mantuvieron durante años. Ellos crearon un clima de terror policial y mediático para obtener confesiones e imputaciones arbitrarias de policías locales, empresarios y políticos. Las quejas de las defensas y las informaciones de Ultima Hora sobre los modos de aquella instrucción siempre caían en saco roto. Tenían rienda suelta, nadie les paraba los pies, sus superiores les creían. Fue durante aquel ambiente de extrema tensión cuando recibimos en la Redacción del diario el aviso de un amigo: «Id con cuidado con vuestros móviles, porque pueden estar interceptados en una pieza secreta». También nos dijo que estábamos en el punto de mira del juez y el fiscal, que incluso sopesaban detener a personal del periódico y de la empresa: «Os ven como parte de una mafia». Una mañana, el redactor Julio Bastida llegó muy alterado al periódico. Venía de Jefatura. Me comentó    que uno de los policías le acababa de informar de que habíamos cobrado 400.000 euros por dar apoyo a Bartolomé Cursach, que estaba en prisión. Pero nosotros no apoyábamos a nadie, sino que criticábamos las actuaciones judiciales y policiales. Aún así, delante de Julio llamé al departamento comercial y pregunté si había alguna campaña de publicidad, o algo parecido. Recibí una respuesta de incredulidad. Le dije entonces a Julio que preguntara al policía a quién habían dado tanto dinero, porque no había llegado. Y aún esperamos la respuesta.