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Yo de verdad comprendo que lo que un empresario desea es encontrar duros a cuatro pesetas. Pero de ahí a plantear las auténticas aberraciones que acaban de salir de la mente enferma del Círculo de Empresarios va un buen trecho. Porque todos los patrones del planeta creo que tienen meridianamente claro que su riqueza la generan sus empleados. Ellos solitos no se comerían un colín, por mucho dinero que tengan para invertir, geniales ideas de negocio y una formación sólida, elementos de los que muchísimos emprendedores españoles carecen. Pero todo ello, sin obreros, es papel mojado. La fuerza bruta –o intelectual– de quienes se dejan el pellejo en la obra, en la oficina, en el hotel o al volante es la que genera la riqueza. Por eso no se entiende que el patrón pretenda castigar a sus trabajadores hasta límites de sadismo. La primera barbaridad es pretender atrasar la edad de jubilación hasta los 72 años. Mira, por favor, si diez años antes ya estamos agotados, no vemos un pijo y hemos perdido prácticamente toda la motivación que teníamos. La segunda pedrada es pedir que se elimine el impuesto especial que pagan –desde hace cinco minutos y no han parado de llorar– la banca y las eléctricas. Los asalariados abonamos religiosamente –porque no nos queda otro remedio– nuestros impuestos mes a mes, durante toda la vida laboral. ¿Por qué ellos, que confiesan beneficios millonarios, deberían librarse? Y la tercera es bajar la indemnización por despido a veinte días. Ahora que parece que la derecha puede alcanzar el poder, empecemos a temblar, serán estos los que gobernarán de verdad. La voz de su amo. ¡Los de abajo lo tenemos claro! A currar hasta morir, como en los tiempos bíblicos.