TW
0

Desde pequeño en un colegio de curas franquistas, diviso la transcendencia a tres mil kilómetros de distancia en días despejados, y a cinco mil (paradojas de lo transcendental) por la noche, cuando no se ve ni torta. Es un don que tengo, porque incluso antes de divisarla ya me la huelo, y soy capaz de anticipar un fenómeno transcendente, y huir de él como alma que lleva el diablo, mucho antes de que suceda. En parte por la tirria y el hastío que me generan estos fenómenos, y las transcendentales palabras que a ellos se refieren, que como indica el prefijo ‘trans’, significan sobrepasar, superar, ir más allá. Transcender, en fin, lo perceptible, lo cognoscible y lo inteligible. Pero también por mi bíblico entrenamiento nacionalcatólico de niño, que me acostumbró a identificar y tratar con objetos muy transcendentales como quien juega a las canicas. Ahora ya no; ahora, en tanto que sujeto totalmente intranscendente, me limito a huir de la transcendencia en cuanto la diviso más allá del horizonte. No me acostumbro a las transcendencias, no las trago. Lo que no me impide, sino al contrario, observar con notable desasosiego cómo gana terreno en todas partes (política, deportes, cultura, costumbres, moda) el apelativo transcendente, sinónimo ya de importante, y cómo cualquier trivialidad, lencería incluida, si no es transcendental no es nada. Desde luego, la transcendencia está de moda. ¡Marketing transcendente! El inicio de la campaña electoral, por ejemplo, ha certificado algo que se veía de lejos. Que son elecciones transcendentes, las más transcendentes de la historia (obsérvese cómo se añade otro ‘más’ al ‘más’ que lleva implícito la palabreja), pues en ellas se decide el bien y el mal, el destino de la nación, el futuro y el pasado, la salvación de la humanidad. En fin, todo eso y más. Vaya papeleta. En la Edad Media sólo eran transcendentes los designios y prerrogativas de Dios, que el gordo Tomás de Aquino (en cuyo colegio estudié) explicó lo mejor que pudo. Luego, Kant intentó urdir transcendencias razonables, pero claro, qué pinta la razón ante la transcendencia del espíritu. Pero ustedes querrán saber si estas elecciones son transcendentales. Claro que sí, como casi todo hoy en día. Menos yo, que me he trabajado mucho la intranscendencia. Es un don.