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Para ser un perfecto imbécil se requiere una amplia cultura y una ilustración esmerada. No sirve cualquier indocumentado. Un imbécil competente tiene que ser, ante todo, competente, y dominar un amplio bagaje teórico de imbecilidades. Sólo así podrá improvisar un discurso perfectamente idiota con la ligazón y la rotundidad verbal adecuada, como si tuviese todas esas insensateces en la punta de la lengua. Piensen que si explicar una obviedad sencilla (las hay complejas) lleva bastante trabajo, explicar un auténtico disparate de manera convincente lleva mucho más. No es cosa fácil. Ni se figuran la cantidad de trabajo, investigación y estudio que desarrolló, por ejemplo, el Premio Nobel de Fisiología en 1913 Charles Richet, inventor de la metapsíquica. Ciencia que, como avanza su nombre, se ocupa de hechos metapsíquicos, por definición inexplicables. Viaje astral, combustión espontánea, fantasmogénesis, precognición, levitación, cosas así. O el también Nobel de Medicina de 1949 Egas Moniz, psiquiatra y neurocirujano majareta que inventó la lobotomía. Una salvajada. Un paciente le pegó ocho tiros dejándole paralítico, y ni así escarmentó. Y qué me dicen del Nobel de Física de 1973 Brian Josephson, descubridor del Efecto Josephson, que luego intentó aplicar la física cuántica a los fenómenos metapsíquicos mencionados (¡en la Universidad de Cambridge!), con preferencia por la telepatía, la percepción extrasensorial y el poder de la mente sobre la materia. Sin llegar a tan portentosa imbecilidad ilustrada, los imbéciles normales y corrientes que a diario nos dejan estupefactos con sus disparatados axiomas (políticos, económicos, culturales, nacionales, de género), y les preguntes lo que les preguntes contestan el cúmulo de necedades que ya tienen en la punta de la lengua, por fuerza han tenido que documentarse mucho para tenerlo tan claro. Acaso sería prudencial afrontar esta normalidad idiotizada como si fuese algo paranormal, y adquirir conocimientos imbéciles para saber qué nos están contando. Y una vez sabido, como con los hechos metapsíquicos, no hacer ni puto caso. Total, lo que tienen siempre en la punta de lengua unos y otros son sermones y regañinas.