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La voluntad popular es la cosa más misteriosa y volátil que existe, quizá más que el Ave Fénix que se reduce a cenizas a sí misma a fin de resucitar, y por más que desde hace meses se la escrute al minuto mediante encuestas, sondeos, prospecciones sociológicas, barómetros, anemómetros para saber por dónde sopla el viento, radares de tecnología probabilística y toda clase de artefactos muy técnicos rastreadores de datos, lo cierto que apenas se sabe qué es (la voluntad popular, me refiero), ni si es algo. Lo cual, teniendo en cuenta que estamos en sus manos, aguardando su veredicto, pone nervioso al más templado.

Millares y cientos de miles de profesionales en todo el mundo, expertos en la bestia mitológica de la voluntad popular (sociólogos, politólogos, analistas, consultores, gurús, departamentos de marketing), llevan décadas siguiendo en tiempo real las huellas y pistas de la así llamada voluntad popular, sus enigmáticos revoloteos, sus cabriolas imprevistas, sus giros de guion según el viento de la historia, y todavía ignoramos que demonios es, qué órdenes impartirá y cómo podremos descifrar tales órdenes. ¡Ah, la voluntad popular! Estupefactos nos tiene siempre. Nunca se sabe qué hará, pero cuando se sabe suele ser peor; señal de que la voluntad popular está bastante enojada, y lanza chillidos muy complicados de interpretar, ya que se expresa en un idioma numérico sin sustantivos, aunque plagado de adjetivos y subjuntivos.

Sólo Tezanos se jacta de entender bien ese idioma antediluviano, y así le luce el pelo al pobre hombre. A mí siempre me deja atónito, la voluntad popular. No es que no la acate, faltaría más, pero la acato medio turulato. Pasmado. Pero bueno, la excelente noticia que les quería comunicar, por puro afán cívico, es que por fin se acabó la angustia de intentar adivinar, y las encuestas, investigaciones sociológicas, sondeos y prospecciones, incluso las opiniones sobran ya, porque en un par de días la voluntad popular se manifestará a gritos y cifras, y menudo peso nos quitaremos de encima. Cierto que luego llegará la fase del forcejeo y el parloteo, también muy numérica y con más subjuntivos todavía, pero bueno, esa ya es otra historia.