TW
1

Verdades hay a millones, más que mosquitos. Las hay grandes como catedrales y pequeñas como bacterias; hay verdades lujosas, palaciegas, y verdades ocultas entre la mugre de las alcantarillas. Y por supuesto, hay verdades corrientes y molientes, digamos para salir del paso, irrelevantes. Pero no vamos a hablar de ninguna de estas verdades, en su mayoría de usar y tirar, sino de la verdad en sí, con mayúscula, con tipografía musculosa y serifas de remate, generalmente grabada en piedra, que es un invento exclusivamente humano, a la vez extravagante y terrible. ¡La verdad! A ningún animal ni criatura extraterrestre se le podría ocurrir semejante chifladura, es un rasgo único de nuestra puta especie, y a la vez una herramienta de poder. La mejor. Lo que explica su pervivencia a estas alturas, cuando casi todas las verdades han sido desmentidas. Salvo la verdad propiamente dicha, que si no existe se inventa. Verdades religiosas, nacionales, económicas, políticas, morales, de género… Hay donde escoger.

Por sus inventos les conoceréis; cada cual escoge las verdades que prefiere, y de ahí ya no hay quién le saque. Se vuelven grotescos, como explica Sherwood Anderson en el inicio de su magistral novela Winesburg, Ohio. Donde pone: «Fue el hombre quien hizo las verdades, y cada una de ellas consistía en una mezcla de varios pensamientos más o menos vagos». Por supuesto, hay una bibliografía interminable sobre el tema con la que se podría empapelar todo el planeta, pero esta es la definición de yo prefiero. La verdad que escojo, decíamos. También me gusta mucho la del pintor chino Chiang Te Li, de la dinastía Song, el mejor pintor de flores de ciruelo que jamás ha existido. Que dejó escrito: «Pintar la flor del ciruelo es como comprar un caballo».

Gran verdad. Casi todas las demás me matan de aburrimiento, o me deja estupefacto ver la cantidad de verdades de las que se han apropiado ciertos individuos (curas, políticos, cantamañanas, poderosos...), y lo muy útiles que son para mandar y joder al prójimo. Todo lo cual no tiene nada que ver con lo que ahora quiero destacar. Que la verdad es el mayor invento de la humanidad, el que mejor nos caracteriza. Grotesco.