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Puede que este periodo pase a los libros como aquél verano del 23 con suficiente caché por haber frenado al fascismo y, quizá, arrinconarlo después hasta la melancolía. Qué cosas, recuerda vagamente al ya muy lejano verano de plomo de hace 87 años cuando pasó justamente al revés, que el fascismo empezó a matar la democracia y la borró del mapa durante demasiados años. Usted perdone por comparar, pero no todas las comparaciones son odiosas, aunque algunas sean exageradas. La diferencia es que el fallido frente nacional de derechas se habría cargado ahora mejoras sociales y principios democráticos sin pegar un tiro. Pero no nos engañemos, que la repetición de elecciones es una amenaza real y es cuestión de tiempo padecer las consecuencias de los pactos ultras en ayuntamientos y autonomías.

También aquí sin ir más lejos. No he podido resistirme a los vaticinios, el entretenimiento social de moda, pero es que estamos en la primera semana de los mil análisis, sin tregua después de meses de las mil y una predicciones con mucho deseo y escaso acierto. El pronóstico parece que se consolida como el juego nacional, deporte sin mayor consecuencia que el ridículo. El caso es que conviene tomar este exceso de incertezas como un concierto continuo de perreo para amenizar el largo y tórrido verano. Para los muy cafeteros en política, que no falten augurios, profecías y opiniones de traca. En este sentido y conocidos los resultados, al único pronosticador que le permitiría interpretar las rayas de mis manos sería a Tezanos, ese genio tan odiado.