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La película The Deal (El acuerdo, Harvey Kahn, 2005), es una historia de guerra, y por supuesto de dinero y ambiciones, protagonizada por Christian Slater. Otro acuerdo, el de la exportación del grano de Rusia y Ucrania (2022), se publicitó –con imágenes de niños desnutridos– como un hábil logro diplomático, para aliviar la hambruna de 50 millones de personas en Somalia, Kenia, Etiopía o Sudán del Sur. En un año, Ucrania ha exportado unos 30 millones de toneladas métricas. Pero el grano ha sido vendido y revendido, aun estando los graneleros transitando el mar Negro, terminando en otros destinos. Según datos del Centro Conjunto de Coordinación, el total del cereal entregado a Bangladesh, Kenia, Sudán, Yibuti, Líbano, Somalia y Yemen no llega al 3 % del total. Los países desarrollados han comprado el 84 % de la producción, sobre todo China, España, Turquía e Italia. En la UE se ha quedado aproximadamente la mitad del total. Un negocio redondo; bajada de precios del grano (11 %), pese al correspondiente enfado de los agricultores de la UE, pero pan más caro. Tras el fin del acuerdo, el cereal ha subido un 15 %. La posibilidad de que el grano se exporte por vía terrestre, pasando por países como Polonia, está provocando un fuerte rechazo entre sus agricultores. Por eso, la UE ha prohibido a Ucrania exportar cuatro productos: trigo, maíz, colza y semillas de girasol, a Polonia, Rumanía, Bulgaria, Hungría y Eslovaquia. El acuerdo implicaba también exportar productos rusos, incluyendo fertilizantes como el amoníaco, pero Ucrania dinamitó en junio la tubería de conducción ‘Toliatti-Odesa’ impidiendo a Rusia exportar el producto. Además, Occidente mantuvo el bloqueo del sistema Swift al banco agrícola ruso, haciendo imposible el cobro, y también se ha mantenido el bloqueo portuario a los barcos rusos, y a sus repuestos y componentes para maquinaria agrícola e industria de fertilizantes. Al final el beneficio era solo para una parte. Por si fuera poco, se detectaron restos de explosivos en los buques con destino a Ucrania, esto es transporte de material militar, que estaba prohibido. Rusia afirmó estar dispuesta a retomar el acuerdo, pero no en estas condiciones. La pasada semana tuvo lugar en San Petersburgo una cumbre ruso-africana, con representación de 49 gobiernos, incluyendo 16 presidentes africanos. Allí el presidente Putin afirmó su compromiso de ofrecer grano, tanto comercial como gratuito (25-50.000 toneladas) a los países necesitados, y ofreció algunas condonaciones de deuda. Lo que vemos no es sino otro juego de la guerra del hambre y no el primero. El presidente Biden congeló 7.000 millones ($) de activos de Afganistán, castigado por la hambruna y la guerra. En 2022 devolvió solo la mitad, en forma de un fondo fiduciario de ayuda –es decir te doy lo que ya era tuyo– dando la otra mitad a familias de afectados del 11 de septiembre, pese a que Afganistán no tuvo nada que ver en el atentado. James Stavridis, excomandante de la OTAN para Europa, propone seguir con el negocio del transporte del grano con protección militar, esto es, entrar en guerra directa naval con Rusia.