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Este título que se me ha ocurrido hoy promete mucho y no sé si estaré a la altura de las circunstancias. En realidad, se trata de una metáfora impura. X es Y. Pero yo no voy a escribir un poema, sino un artículo. Así que lo primero que pienso es que a lo mejor me he puesto el listón muy alto. Que no estaré a la altura de las expectativas. En fin. Lo primero es saber qué quiero decir con esta frase copulativa. O cuál es mi intención a la hora de ponerme a escribir algo titulado de esta forma. Y, en realidad, no lo sé. Sólo sé que este título me encanta. Yo me fijo mucho en los títulos; los míos y los de los demás. Un artículo mediocre puede ser salvado, en cierta manera, por un buen título. Lo que ya resulta mucho más difícil con una novela, sin embargo, puesto que unas pocas palabras no justifican doscientas páginas malas. ¿Y cómo me ha venido este título a la cabeza? Ni idea. Yo me estaba tomando las pastillas de la mañana y, de pronto, pensar en sus muchos prodigios me ha llevado a fijarme en los efectos secundarios (aunque me los sé de memoria, a veces vuelvo a leerlos). Todas las pastillas pueden llevar aparejadas unas molestas consecuencias. Las mías, concretamente, pueden provocar muchísimas: mareos, dolor de cabeza, sequedad de boca, somnolencia, insomnio, náuseas, diarrea, vómitos, irritabilidad, aumento de peso, temblores, rigidez muscular, estreñimiento, hinchazón de brazos o piernas, pesadillas, visión borrosa, convulsiones, disfunción sexual, ictericia, reacciones alérgicas, pensamientos suicidas, diabetes, inflamación del páncreas, hipotermia, dificultad al tragar, hepatitis, síndrome de piernas inquietas, fiebre y falta de aliento, entre otras. ¿He podido constatar su existencia? Pues sí. No de todas, porque ya habría muerto, pero sí de algunas. Son un tremendo fastidio. ¿Es necesario tomarlas, ante semejante panorama? Sí, muy necesario (que nadie me las quite, por favor). ¿Y para qué? Pues para aliviar la ansiedad. La ansiedad que provoca vivir, ese efecto secundario de nacer. Creo que no me he explicado como hubiera deseado. Y, desde luego, no he estado a la altura del título, como ya me había imaginado. Lo siento de veras.