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Sin querer frivolizar sobre el asunto, hace tiempo que se percibe cierta crispación masiva entre la ciudadanía, una sensación que parece sublimarse de forma exponencial durante el verano. Será por el calor extremo o simplemente porque el día a día que nos hemos impuesto resulta difícilmente soportable. Algúnos especialistas aseguran que la pandemia de coronavirus nos ha marcado para siempre, aunque también es probable que estemos ante un problema que es una suma de diversos factores. La educación, la paciencia o el civismo parecen aspectos que un sector de la sociedad ha decidido dejar arrinconados. Aunque algunos siempre señalan a los más jóvenes, lo cierto es que la crispación es generalizada y tiene poco que ver con la fecha de nacimiento.

Evidentemente, esta crispación se traduce en brotes de agresividad y comportamientos inadmisibles que no hace tanto tiempo resultaban excepcionales. Basta con hojear las páginas de sucesos de cualquier periódico para percatarse de que las conductas violentas se han disparado en poco tiempo, aunque también es suficiente darse un paseo por la calle. O conducir cualquier día por Ciutat. y no digamos si echamos un vistazo a las redes sociales, son un nido de odio y agresividad.

¿Qué nos está pasando? No creo que nadie tenga la respuesta a la pregunta, pero es evidente que algo se ha perdido por el camino. Algo se ha quedado atrás. No se trata de perder la fe, aunque pocas cosas invitan al optimismo. Uno no pretende moralizar a nadie, pero igual todos deberíamos reflexionar un poco. ¿Por qué tanta crispación?