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El presidente de la UGT balear Ignasi Ferretjans Sanjuan protagonizó una de las fugas más extraordinarias de la Guerra Civil en Mallorca. Era nada menos que el último alcalde republicano de Palma y los falangistas habían puesto un alto precio a su cabeza. Vivió cuatro meses escondido en varias casas, se disfrazó de carabinero y escapó a la Menorca republicana en una odisea marítima que parece sacada de una película.

Ferretjans era un obrero de Palma con puestos importantes en el PSOE y la UGT. Cuando sobrevino el golpe militar, tenía 41 años y ejercía de alcalde accidental por enfermedad de Emili Darder. Tenía todas las papeletas para ser fusilado, pero la providencia vino a verle cuando un amigo carabinero, Juan Navarro, se lo llevó del ayuntamiento justo antes de que llegaran los golpistas. Lo escondieron en casas de Santa Catalina, los institutos y la calle Goethe, junto a sa Riera. Así estuvo cuatro meses, hasta que decidió huir para «salvar la vida» de sus colaboradores, explicaría en 1986 en una entrevista con Jaume Pomar.

El plan era disfrazarse de carabinero, cruzar toda Palma hasta es Jonquet y subir a una barca a motor camuflado entre los pescadores. Le acompañarían los socialistas Miquel Navarro y Jaume Bestard, el comunista Joan Parets y un marinero contratado. El día fijado fue el 14 de diciembre de 1936. La salida fue un éxito. Partieron mar adentro pero el motor se rompió y regresaron al punto de partida. Arreglaron a duras penas el entuerto y salieron de nuevo, pero al cabo de un rato volvió a romperse el motor. No les quedó más remedio que levantar una pequeña vela. Sin viento, pasaron la mitad del día a la deriva. Jaume Bestard relata en sus memorias la angustia del momento: «Intentamos coger los remos y hacer avanzar la barca, pero las fuerzas no lo permitieron. Se apoderó de nosotros un decaimiento de ánimo espantoso».

Por si fuera poco, asomó un barco de vigilancia: «Cogimos las pistolas con el firme propósito de suicidarnos antes de ser apresados vivos», pero por suerte pasó de largo. La alegría no duró mucho. Bestard relata otra escena surrealista: «Para hacernos más crítica la situación, aparecieron unos peces de colosal tamaño que saltaban y parecían querer subir sobre el bote». Los golpes casi lo hacen zozobrar.

Por la noche volvió el viento y, por fin, la barca avanzó. A las cuatro de la madrugada avistaron la costa de Ciutadella. La salvación estaba cerca, pero surgió otro contratiempo: «El viento se transformó en huracán. El mar se puso furioso con un temporal terrible que nos cogió en medio de la inmensidad. A cada momento, la barca estaba en peligro de hundirse para siempre. Cogimos los remos, pero todo fue inútil. Todos estábamos desfallecidos». De repente, apareció un barco en su rescate y pisaron suelo menorquín «con las mejillas humedecidas por las lágrimas».

Todos fueron destinados a puestos relevantes en la España republicana y sobrevivieron a la guerra. Ferretjans se exilió a México, tuvo una hija y volvió a Mallorca cuando el PSOE ganó las elecciones en 1982. Como marxista convencido, quedó decepcionado con la deriva del partido y regresó a México. Murió allí en 1989. Una calle lleva su nombre en Son Oliva, Palma.