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El brócoli, esa especie de coliflor pero de color verde, se está convirtiendo en la campeona de las verduras a marchas forzadas. Resulta que por sus características principales (mejora la función intestinal, es fuente de vitaminas y hay quienes dicen que protege del cáncer) hoy no existe una dieta que se precie que no promueva su consumo. Y dietas hay muchísimas y con nombres bien sofisticados. Lejos ha quedado el tiempo en que la dieta mediterránea era considerada la reina de las dietas. Nada que ver al lado de las dietas keto, paleo, detox, orvish o dash. Se ve que la mediterránea tiene demasiadas sílabas (¿o demasiadas calorías?). Personalmente, el brócoli me parece más atractivo a la vista que al paladar. Un brote de brócoli me recuerda a un baobab en miniatura. Pero hay que ver cómo gusta a todo el mundo, especialmente a los niños pequeños, sobre todo a los bebés. Ahora que los bebés ya no comen papillas (menuda guarrada) y, ya desde los seis meses, tienen que aprender a conocer las diferentes texturas de los alimentos, esta curiosa coliflor cuenta con numerosos adeptos.

Nada de hervir y triturar toda clase de verduras para luego acercarlas a la boca del niño con una cuchara –y Dios nos libre de jugar al avión o a esta por mamá, está por papá, etc–. Esta manera de comer tan pasada de moda pronto será considerada delito. Lo suyo es cortar un brócoli y, hala, que el niño coma solo y con las manos. Bueno, además de brócoli, también pueden comer –puesto que tienen encías con las que masticar– calabaza, tomate o merluza, presentados en forma de bolas pastosas que van moldeando con sus manitas como si se tratara de plastilina y esparciendo por la mesa, el babero, toda la cara y hasta el pelo. He visto a alguno intentando comer macarrones con tomate. Así que, justo acabado el ceremonial y sin haber comido nada, hay que meterlos en la bañera. Se trata de una buena dieta (la BLW) para adelgazar que, de tener éxito, acabará con la obesidad infantil y los variados trastornos alimenticios. Me doy cuenta de que nuestros hijos fueron unos supervivientes, puesto que una y otra vez los maltratamos haciéndoles comer a la fuerza. Es mucho mejor jugar con el brócoli. No sé cómo no nos dimos cuenta antes.