TW
14

No me da ya el ánimo para tanto bochorno. Mucho queda aún para que en determinados ámbitos, como el futbolístico, el buen trato a las mujeres esté asegurado. El no voy a dimitir de Rubiales, el acusar a la víctima Jenni Hermoso de haber consentido un beso que destapó la caja de las esencias del puro machismo, el menospreciar a políticos elegidos por la ciudadanía, no es casualidad que sean todos de partidos de izquierda, el dar lecciones de feminismo, todo ello ovacionado con aplausos por las gentes del fútbol reunidas en la asamblea extraordinaria, da una idea clara de que mucho ha de cambiar en el ámbito futbolístico para que haya igualdad.

No contento con agarrarse los huevos, afrentar a la jugadora con un beso no querido y mentir al decir que sí dimitiría, tras el revuelo montado, Rubiales saca pecho y da una clase del genuino machirulo. La víctima es él, ella consintió. Eso de la violencia machista se lo han inventado estos de Podemos. El no es no es un cuento de mujeres histéricas. Solo le faltó sacar el yelmo y la espada y empezar a dar estocadas. ¿Hasta dónde va a llegar en su defensa el agresor, con varias denuncias en corruptelas de distinta índole, con salarios de miles de euros y otras lindezas?

La declaración del aún presidente de la Federación Española de Fútbol empaña la entidad y pone el foco en el mundillo de un deporte que en demasiadas ocasiones nos ha colado un gol en valores no democráticos.

No, no me gusta el fútbol. Para qué negarlo. Me irritan las retransmisiones de los partidos, los gooool, gooool, goooool a grito pelado de sus locutores, los minutos de más que se les conceden en los informativos a los jugadores que apenas saben articular palabra, pero sobre todo me preocupa cómo ese opio del pueblo ha colado el gol del valor supremo del todo por la pasta. No hay niño pobre que no quiera ser futbolista para convertirse en millonario, irse a Eivissa en un yate de larga eslora acompañado de mujeres recauchutadas, y siempre en segundo plano.

Es tal la cantidad de dinero que genera el llamado deporte rey, ¡ya empezamos con el lenguaje sesgado!, que es fácil la aritmética: los chicos pobres serán los jugadores, los haremos de oro si son buenos y se pliegan a las condiciones del club que, sin duda, presidirá un tiburón de las finanzas, a menudo con pocos escrúpulos y envueltos en algunos casos de corrupción. Lo hemos leído, no solo en los grandes, los de abajo, los equipos modestos, a veces copian el modelo, que da puntapiés a la ley y a la ética.

Toda esa testosterona del poder es la que esta semana ha brotado y empañado la final del mundial de fútbol femenino que ganó la selección española, las mujeres, campeonas, señor Rubiales, no campeones. Usted ha dado el estoque de muerte. Sus amenazas, su porque yo lo valgo, sus acusaciones, su chulería, sus mentiras, son el espejo de una España que aún sigue besando sin consentimiento de la mujer. Por fortuna, hay otra España y ganó en Sidney.