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En mi época de estudiante de Bachiller hice un viaje de intercambio a la ciudad sueca de Gävle. Recuerdo que la casa de mi compañera era como sacada del catálogo de Ikea. Una de las cosas que más me impactó fue que a pesar de estar en el instituto, tenían clases por la mañana y por la tarde, y sobre todo, me llamó la atención el buffet y el comedor del que disponían a mediodía. Había ensaladas variadas, pasta, sopas, carne, pescado y una gran variedad de fruta. «¡Wow, y todo esto gratis!», dijimos los mallorquines. «No, no es gratis, lo pagamos con nuestros impuestos», nos respondieron para nuestro asombro nuestros compañeros suecos adolescentes.

En Suecia, los institutos de Secundaria hacen jornada partida, no como en España. Esta semana este diario explicaba los resultados de un nuevo estudio del sociólogo Daniel Gabaldón, que señala que la jornada intensiva merma la salud de los jóvenes. Las conclusiones son claras: el alumnado con jornada intensiva dedica más tiempo a deberes, pasa más tiempo viendo pantallas y duerme menos que el alumnado con jornada partida.

Existe evidencia científica suficiente como para afirmar sin matices que es mejor el horario escolar partido, pero se impone desde hace décadas el intensivo porque priman los intereses de los adultos, no los de los niños. Durante la pandemia en lo último que se pensó fue en ellos a la hora de decidir las normas del confinamiento, y ahora se está empezando a ver que aquello no fue inocuo.

La salud y la educación deberían ocupar un papel mayor en el debate público, porque no son un gasto, sino una inversión. Y pensando en el ejemplo de Suecia, todos los centros escolares deberían ofrecer servicio de comedor. No solo sería beneficioso para la conciliación laboral y personal de los padres, sino que también impactaría positivamente en la salud pública y contribuiría a reducir el riesgo de exclusión social, entre otras muchas ventajas. Se puede discutir la universalidad y el grado de penetración, pero tiene todo el sentido que se acompañe la jornada partida con el servicio de comedor con un objetivo a largo plazo de convertirlo en universal y gratuito. El coste a día de hoy es inasumible: 175.000 alumnos en Balears de Infantil, Primaria, Secundaria, Bachillerato y FP, a siete euros por día, durante 176 días lectivos, son 215,6 millones de euros anuales, en comparación con un presupuesto actual en educación de 1.169 millones. Sin embargo, se podría empezar en los tramos de Infantil y Primaria con un copago en función de la renta familiar. Es un error plantear este gasto como un coste, porque en realidad es una inversión con impacto positivo en el bienestar del conjunto de la población.