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Huecos, grietas y resquicios hay por todas partes, el propio universo tiene un hueco gigantesco que abarca el 95 % de su extensión. Nadie sabe qué es (cosas muy oscuras) ni se puede acceder a él, y asimismo es muy famoso y frecuentado el angosto resquicio entre la legalidad y la ilegalidad, donde siempre intentan instalarse, con ayuda de abogados, muchos más individuos de los que buenamente caben. Entre el ser y la nada hay otro hueco enorme que pasó desapercibido a Sartre, y naturalmente, también entre el bien y el mal existen multitud de huecos, igual que entre la verdad y la mentira. Pienses en lo que pienses, y aunque no sepas qué estás pensando, seguro que está agujereado como un queso, o como un muro donde han fusilado gente, y la única forma de eludir los dilemas morales es encontrar un hueco propio en el que incrustarse. Entre la decencia y la inmoralidad hay reductos muy usados por intelectuales, negociantes y políticos, porque en esta vida, o encuentras el hueco o la has cagado. Parece fácil habiendo tantas oquedades, pero no lo es. El universo está hueco, decía, y hasta entre la vida y la muerte, como demostró la mecánica cuántica, hay un hueco donde dormita, ni vivo ni muerto, el gato de Schrödinger. ¡Y los zombis! Parece fácil dar con el hueco pertinente, pero no. La mayoría ya están ocupados, o son muy polémicos, como el hueco entre el yin y el yang, o entre el consentimiento y el qué remedio, actualmente tan en boga. Al ser los huecos espacios fronterizos, siempre hay gresca y tiroteos por instalarse, y es triste descubrir un hueco en medio de un grave dilema, y que sea multitudinario, con la gente hacinada y de mala leche. Entre la verdad y la mentira, el bien y el mal, el yin y el yang, el pasado y el futuro. O entre el querer y el poder, ese espacio quimérico por el que pelean, a fin de gobernar, el señor Feijóo y el señor Sánchez. El mapa electoral español, aunque muy agrietado, está hecho de palabrería, un material que apenas deja huecos. Sólo grietas que no llevan a ningún sitio. Menos mal que yo encontré un hueco temporal, situado a modo de escondrijo entre el hoy y el mañana, desde las 2 a las 5 de la madrugada. Estoy por quedarme ahí.