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Noé soltó una paloma para ver si las aguas que cubrían la tierra se habían retirado. Fueron muchos días de diluvio. Había que salir del arca. El ave regresó con una rama de olivo. Para la posteridad se ha convertido en el símbolo de la paz. A menudo, como tantos otros emblemas, también han sido traicionadas sus esencias. En una mano, una pistola; en la otra, una paloma.

Regreso al olivo. La aceituna prensada es uno de los alimentos base de la dieta mediterránea. Su líquido es néctar para la salud de los humanos. El mal trato que le estamos propiciando al Planeta con nuestra codicia nos está dejando tierras secas. Los olivos ya no lloran. Su aceite escala precios y para una sociedad cada vez más empobrecida, le resulta un dolor grande pagar el litro de aceite de oliva a 8,50 euros. La mayoría no puede comprarlo.

En la misma semana en que conocemos los precios Everest del producto básico de nuestra alimentación, esa misma sociedad es la que ha escuchado que un ser del todo deleznable como Luis Rubiales ganaba al año algo más de 650.000 euros, además de percibir una ayuda a la vivienda de unos 3.000 euros al mes. Ahí duele. En el detalle. En una sociedad desigual donde las lindes se atisban en la pérdida de uno de los derechos fundamentales: el acceso a tener un hogar, comprobar esos miles de euros de ayuda a quien se mete en el bolsillo más de 30.000 euros al mes duele más que un gol en propia puerta.

Va a tener mucho trabajo la paloma de Noé para poner paz y dar luz con los frutos del olivo cada vez más caros en un país fragmentado, polarizado, con estampas propias de un franquismo no superado. ¿Porqué elige una iglesia para hacer huelga de hambre la madre de Rubiales, y sobre todo, porqué se pone en huelga de manera visible? ¿No estamos ante una escenificación perfecta de un sainete con guión del propio autoinmolado como «víctima de un asesinato social»? Por más dolor que sienta la madre, del todo comprensible, haría bien en quedarse en casa y reflexionar sobre la conducta de su hijo antes de pedir a la víctima, una mujer, la jugadora de fútbol, que mienta y diga que el beso fue consentido.

Si de escenas bíblicas va la cosa, la cólera de los vientos y las lluvias el pasado domingo en Mallorca, con el crucero estampándose contra un petrolero en la bahía de Palma, debería hacer reflexionar a quienes ahora desde el poder apuestan por dar el sí a aumentar la llegada de cruceros en invierno, el único momento de respiro para unos cielos contaminados y para una parte de una ciudadanía que se está exilando de la ciudad para irse a los pueblos.

Y mientras, escuchamos propuestas descabelladas del señor Feijóo que le pide a su enemigo su sí durante dos años. En política todo es posible, incluso besos de Judas, pero repasemos sus resultados y nos daremos cuenta de que semejantes simplezas a veces acaban en guerra. ¡Ay paloma, cuánto trabajo te damos!