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En medios de comunicación de febrero/marzo de este año se aportan datos tan significativos como que el 34,4% de las compras de inmuebles realizadas en Baleares en el último año habían sido de extranjeros. El anuario de los registradores de la propiedad también señalaba el descenso de la compra por parte de personas físicas y el aumento de personas jurídicas (empresas, instituciones, entidades, fondos de inversión…). Paralelamente Baleares se convierte en la comunidad más cara del estado. Este año destaca la compra y alquiler de terreno rústico para la instalación de macroplantas solares por empresas creadas por fondos de inversión internacionales que las han creado específicamente para presentar estos proyectos.

Inversión turística, inversión energética y capital internacional van de la mano. La Isla está en venta. Las consecuencias las sabemos: concentración de riqueza en fondos internacionales, destrucción de la diversidad del tejido productivo, aumento de la brecha entre salarios e inflación, empobrecimiento general de la población, imposibilidad de acceso a la vivienda, deterioro de servicios públicos, pérdida de la calidad de vida y pérdida de soberanía. Pero para que un fondo de inversión compre tiene que haber un mallorquín que venda. Podemos optar por seguir a remolque de las consecuencias, expresando quejas y pidiendo reformas, imposibles en el marco actual, o podemos centrarnos en definir un proyecto propio que estemos dispuestos a conquistar. Habrá que decidir.