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No nos engañemos más. Nos encantan los coches. Fieles a las ideas de los futuristas, a millones de personas les pone la velocidad. Solo que se han topado con las consecuencias de su amour fou a los vehículos. Una ciudad, un territorio, una isla que cuente con parecido número de habitantes, fijos o discontinuos, y de automóviles es una ecuación de difícil solución.

Esta semana se ha iniciado, un año más, la vuelta al colegio, el regreso a la normalidad, si es que existe algo a lo que podamos llamar normalidad. A lo que iba. Todos de vuelta a las aulas, a las oficinas, a los trabajos, a la ciudad. No hay fin de verano sin operación retorno y cronista que lo narre. Este septiembre no ha sido excepción porque incluso los atascos en las autopistas de acceso a las vías de cintura ya son guión viejo. Papel mojado.

De nuevo, y con otros distintos en el poder, surgen las ideas bombilla, las luminarias políticas se encienden y palpitan como una disco de los años 70. Desde el Consell de Mallorca, las huestes de Fernando Rubio consideran que añadir dos carriles más en la vía de cintura agilizará el tráfico. Es decir, que la media de los 147.000 vehículos que pasan bajo el paso de nivel por la rotonda de Can Blau, o los 177.000 que circulan a diario desde la autopista de Inca hacia su ingreso en la vía a la altura de la cárcel van a notar algo así como el cuerpo más ligero. Aumentar el alimento, más espacio para los coches, adelgazará nuestra ansiedad al volante. No se lo creen ni ellos. Esta dieta no funciona. Nos va a poner más gordos.

Al parecer, el anterior equipo liderado por la socialista Mercedes Garrido ya vio la luz con semejantes planes. Ay qué ver cuánto se parecen los del Partido Popular con los socialistas en según que tramos de la política. Me voy a dar un paseo con mis dos piernas porque no quiero soliviantar mi cuerpo con mantras del tipo más espacio para el coche, mejor calidad de vida. Ni la cuadratura del círculo, ¡caramba!

Los urbanistas más concienciados proponen modelos de la ciudad de los 15 minutos, algo así, como que tu vida se desarrolle no más lejos de ese período de tiempo. El asesor de la alcaldesa de París lo contó en Palma, solo que yo le sugeriría que se hiciese un curso de idiosincrasia mallorquina y vería como eso que propone aquí es una utopía. Nos encantan los coches. Además, a los más adinerados no les montas en un autobús o tren públicos ni haciendo pana. Antes fichan a Uber.

Si en Mallorca el tráfico aumenta de año en año, gracias también al modelo de llenar la isla de turistas a tiempo completo, vamos a tener que repensar nuestra manera de movernos por la isla, por Palma. No lo ponen fácil si reducen frecuencias en los autobuses, ya de por sí escuálidas en algunas líneas. No ayudan si no apuestan por los carriles bici. Da igual que las petroleras se froten las manos, suben los precios y seguimos al volante. No tenemos cura. A por el cochecito.