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La UE trata de permanecer ajena a cuanto sucede fuera de sus fronteras: Se reúnen en pleno todos sus presidentes y/o jefes de Gobierno en Granada, España, el pasado sábado 7 octubre y asiste también un aspirante a socio del preciado Club, Volodímir Zelenski, el cual preside una Ucrania en armas y, es de suponer, viene a solicitar, en público o en privado, pistolas para continuar alimentando su fuego bélico en tanto los ciudadanos de su país sucumben a los mortíferos efectos de gases, bombas y bombardeos en una pelea que empezó hace más de un año y a cuyas consecuencias ya nos hemos acostumbrado, al fin que la cosa no va con nosotros. Mientras los invitados apuraban exquisitos frutos de la vid -costosos caldos-, acordaron seguir permaneciendo indiferentes al hambre, enfermedad y desesperación de seres humanos maltratados no solo por otros seres humanos, maltratados también, por la Naturaleza: en menos de un mes un terremoto y varias réplicas sacuden Marruecos: unos 10.000 muertos con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo, destrucción de infraestructuras, etc. No importa, Europa decide, en palabras de su presidenta Von der Leyen «quien entra y quién no entra en la UE», en tanto en Gaza, a orillas de los pozos de petróleo saudíes saltan por los aires las alambradas. Se dirá son derechos de unos o de otros. La realidad: es un comercio de armas, de personas, de drogas, de todo lo que tiene precio. De una cosa no se trata, de justicia pues los fugitivos del Norte de África repueblan territorios donde la gente ya no quiere tener hijos. ¿Desolador panorama? A ver: Una amiguita mía, de 13 años, africana, de Senegal, pasó un duro día siguiente a la reunión de Granada, en medio de vómitos y fuertes dolores. Su madre y yo rezamos sin parar y, el lunes por la mañana, estaba ya operada de apendicitis. En paz. Esas son las cosas del Señor. Él es quien de verdad decide quién entra y quién sale.