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El republicano Joan Parera Gomila, alias Ramonico, obró uno de los pocos milagros de la Batalla de Mallorca: salvar la vida de tres enemigos. Se jugó el tipo para detener la sed de sangre en una guerra sin cuartel, como haría después en Madrid el anarquista Melchor Rodríguez, conocido como el ángel rojo. A pesar de ello, el noble gesto de Ramonico no le bastó para salvar su propia vida y dos semanas después sería asesinado en Manacor.

La historia parece realmente sacada de un libro de milagros. Todo ocurrió en los dos primeros días de la batalla. El 16 de agosto de 1936 los falangistas Pedro Riera y Pedro Bonnín, y el requeté Joan Gomila, todos de Manacor, luchaban en las calles de Porto Cristo contra los milicianos antifascistas cuando se quedaron sin municiones. Al quedar rodeados, cayeron prisioneros y los llevaron al llamado ‘comité rojo’. Por el camino, les avisaron de que les esperaba una muerte segura y delante de ellos, como ejemplo, ejecutaron atado a un árbol al falangista Jaime Clapés, natural de Sant Llorenç des Cardassar. El interrogatorio se realizó en la terraza de un café y allí mismo concluyeron que eran «señoritos fascistas». La sentencia fue firme: «¡Que los despachen!».

Según relata el falangista Ferrari Billoch, en ese momento «se produjo el milagro». Justo pasó por el lugar «un amigo de la infancia de los tres condenados a muerte y la nobleza de aquellos santos principios de su niñez se impuso. Logró arrancar aquellas tres vidas juveniles de la furia del tribunal rojo». Los dos falangistas y el requeté fueron encerrados en una habitación con centinelas en la puerta. Los ánimos estaban encendidos. Los milicianos clamaban venganza y los detenidos volvieron a librarse milagrosamente de dos nuevos intentos de fusilamiento. Al día siguiente, los suyos lanzaron un contrataque en la zona y aprovecharon la confusión para huir. Unos días después, se reincorporaron al combate en el sector de Son Servera y salieron airosos de la batalla.

Según fuentes orales recogidas por los historiadores Llorenç Capellà y Toni Tugores, aquel salvador «amigo de la infancia» era Ramonico, militante de Esquerra Republicana Balear y delegado de alcaldía en Porto Cristo. Tenía 44 años, estaba casado y se dedicaba a la carpintería. El 27 de agosto fue él quien cayó prisionero. El parte militar señala que detuvieron al «cabecilla rojo de Porto Cristo». Dos días después de concluir la batalla, el 6 de septiembre, la historia del milagro salió publicada en el diario La Almudaina, pero no citaron su nombre. Capellà afirma que esperaba que «reconocieran su humanitarismo», pero al día siguiente Ramonico fue asesinado en el cementerio de Son Coletes, en Manacor, ante un pelotón de falangistas como los que él había salvado. No hubo juicio ni proceso alguno. Jamás tuvo la oportunidad de demostrar su misericordia, como sí haría el ángel rojo de Madrid.

El 7 de septiembre de 2020, en el 84 aniversario del suceso, el Govern balear colocó una piedra stolperstein con su nombre justo delante de la delegación municipal de Porto Cristo, en la calle de Gual, número 31. La inscripción es simple: «A Porto Cristo visqué el delegat de Batlia Joan Parera Gomila, Ramonico. Nascut 1893. Detingut 27-8-1936. Presó de Manacor. Assassinat 7-9-1936. Manacor». Memoria para el ángel rojo mallorquín.