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En 19 de septiembre de 2006 hubo un golpe de Estado en Tailandia. En el programa ‘Hoy por hoy’ de la SER, los contertulios de cada mañana, a preguntas de Carles Francino, fueron dando su opinión. Yo, diplomático en activo, no me sentía en condiciones de opinar, pero, esos tertulianos, sorprendentemente, pontificaron sin rebujo.

Hace unos días, Pérez Reverte escribía que le resultaba asombrosa la multitud de expertos en Israel y Palestina que hay en Twitter, tan seguros todos de quien es el bueno, quien el malo. Añadía «como les envidio esas certezas». Ese aconsejable ejercicio de prudencia le valió multitud de insultos entre los que el menor fue el de «cobarde».

Mi profesión ha sido la política exterior. Aunque seguí de cerca el conflicto de Oriente Medio y en 1991 pude participar en la Conferencia de Paz sobre Oriente Medio en Madrid, no me siento un experto. El único experto de verdad es Jorge Dezcallar. Los demás somos aprendices prudentes.

Los palestinos tienen derecho a un estado, porque así lo estableció una decisión de la ONU y, por tanto, tienen derecho a reclamarlo dentro de los límites del derecho internacional. Israel tiene derecho a existir como Estado pues fue creado por esa misma decisión de la ONU, y, por tanto, tiene derecho a defenderse. No de cualquier manera, sino también dentro de los límites del derecho internacional.
Por tanto, ni los unos ni el otro pueden recurrir al terrorismo o a las acciones violentas indiscriminadas para defender su derecho. La cuestión aquí no es quien ha violado más los compromisos de Naciones Unidas sino si quien defiende una causa lo hace en el marco adecuado de sus derechos.

Es obvio que ha habido un ataque terrorista de Hamás, suicida diría yo, contra Israel y que ese ataque no representa al pueblo palestino. Es obvio también que Israel tiene el derecho de defenderse, pero respetando el derecho internacional, como han dicho los 26 jefes de Estado y de gobierno de la UE, que viene a ser lo mismo que dijo Von der Leyen de que Israel en su respuesta debía demostrar que era una democracia, porque si no fuese una democracia no le importaría infringir el derecho internacional. El problema es que no le correspondía a ella opinar sobre esta cuestión. Ni a los ministros de Podemos discrepar públicamente de la posición del Gobierno del que forman parte.
El terrorismo de Hamás no tiene justificación alguna, es un acto vandálico, pero cuánto más brutal sea la respuesta de Israel, más peligroso será el futuro de ambos. Difícil predecir ese futuro salvo para los miles de especialistas que pululan en las redes. Ellos lo saben todo.