Me llena de congoja el fallecimiento, este octubre, de una persona por la que siento un enorme afecto, de quien aprendí bastante y que era un intelectual único, irrepetible. No conozco a ningún otro que se le pareciera: investigador muy puntilloso y a la vez esotérico, de infinidad de temas intrincados y difíciles de deslavazar de la historia de cualquier asunto. Lo conocí en 1982 cuando estudiaba en la UIB y cada día iba (con Gerard Mora, Miquel Bennásar, Antoni Picazo, Leandro Garrido) a la Biblioteca Bartolomé March a disfrutar de sus consejos, de su compañía e ironía: yo quería ser historiador y él me iba diciendo por donde tenía que ir tirando. Lo solía acompañar todos los sábados al Baratillo (con Baltasar Coll y Melcior Rosselló Simonet) a buscar opúsculos y publicaciones perdidas con aires baleáricos.
Un gran intelectual nuestro
Palma25/10/23 0:29
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