TW
2

Algo estamos haciendo tremendamente mal para que tras una de las temporadas turísticas más exultantes que se recuerdan, con millones de visitantes que han vaciado sobre nosotros sus bolsillos, una cuarta parte de los habitantes de estas Islas permanezcan atados a la pobreza. Nos hemos acostumbrado a leer titulares triunfalistas de políticos, empresarios, hoteleros, incluso sindicatos, que se vanaglorian de cifras millonarias en turistas, ingresos, beneficios, subidas salariales... los precios de la vivienda no dejan de subir, lo que obviamente favorece a quien las vende, el aeropuerto es un sinvivir de salidas y llegadas, siempre repleto. Las estadísticas del desempleo brillan un año tras otro, pareciera que morimos de éxito. Entonces, ¿cómo es que ese festín de dinero nunca empapa la tierra? ¿Adónde va? Porque los que recordamos las Islas hace treinta años miramos con cierta nostalgia al pasado, cuando había temporadas en las que todo el mundo ganaba dinero y tenías que ser muy marginal para quedarte fuera del reparto. Eso ya es historia. Doscientas cincuenta mil personas que viven aquí lo hacen en la pobreza. Y otro medio millón tiene dificultades para llegar a fin de mes. Está claro que la prensa no refleja la realidad y que esta es mucho más triste y preocupante de lo que queremos ver. Salarios raquíticos en una región de precios desorbitados son los ingredientes para la tormenta perfecta. Y ya la tenemos sobre nosotros. Quizá los políticos deberían dejar de chafardear sobre tontadas y empezar a fijarse en lo que importa: la pésima calidad de vida de quienes les votan. Porque ni una cosa -los sueldos- ni la otra -los precios- tienen visos de cambiar a corto ni seguramente a medio plazo.