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Hace años, fui presentado a alguien con estas palabras «te presento a Josep Pons que es socialista, pero es buen tío». También oí en una conversación «te presento a fulano que es del PP, pero es un buen tipo». Lo importante de estas frases es la conjunción adversativa que implica un juicio de valor por el simple hecho de tener una ideología política determinada.
Los socialistas o las gentes de izquierda alardeaban de una superioridad moral. En la izquierda se imponía la tendencia a buscar la corrección moral en el desempeño de la política por encima de la eficacia o de los resultados. Mientras, en la derecha, prevalecía la eficacia por encima de todo y la convicción de que la gente ‘bien’ siempre actúa correctamente.
Por eso, los escándalos de corrupción, que empezaron a aparecer, siempre fueron más difíciles de digerir en la izquierda. Se pedían cabezas y responsabilidades mientras que en la derecha se manejaba de manera distinta.

Pedro Sánchez ha roto este esquema. Ha renunciado a la superioridad moral para abrazar la doctrina de que todo vale con tal de no ceder el gobierno. Ahora buenos y malos, izquierda y derecha, están mezclados en un ejército de mercedarios sin más cohesión que el ejercicio del poder. ¿Son buenos los de Bildu y malos los de Vox?

Es el primer presidente del Gobierno en 46 años de democracia que renuncia a ser el presidente del Gobierno de todos los españoles y construye un bloque para rechazar al 50 % de los ciudadanos que no le votaron ni a él ni a sus socios ni a sus coaligados. Porque esa es otra. El votante no vota por un bloque cuando no se presenta unido a la elección. Vota únicamente por un partido. Lo que pase después no es un mandato de las urnas, como no se cansan de decir, sino decisión exclusiva o cambalache de los partidos.

Hacer cualquier artificio para que no puedan gobernar los otros, ‘los malos’, es inadmisible. En una democracia, la alternancia en el poder mediante elecciones libres es esencial. Sin ella, la democracia se convierte en una filfa, un embeleco. Personas allegadas al expresidente del Senado, Juan José Laborda, socialista, tras una crítica que él hacía en Facebook a Sánchez y a su partido, escribían «Lo que tienes que hacer es callar y apoyar». O sea, como en los congresos del Partido Comunista de China o de Corea del Norte, todos de pie y aplaudiendo. Se exige soldados disciplinados y no ‘buenos’, gente que piense o que opine. A lo mejor hoy en día en vez de eliminar la conjunción adversativa tendríamos que cambiar ‘buen tipo’ por ‘mal tipo’ o ¿estoy exagerando?