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La última vez que me alojé en un hotel, el establecimiento me informó de que para evitar visitas innecesarias a las habitaciones de los huéspedes, la limpieza de la habitación se haría solamente después de tres noches, y que si quería que la hicieran antes, lo pidiera en recepción para el día siguiente. Evidentemente, las toallas también se cambiaban después de tres noches. Lo que más me llamó la atención era lo que venía a continuación en el mensaje de bienvenida: si quería bolsitas de té o café de cortesía, debía pedirlas en recepción, igual que las toallas.

No hay duda de que no tener que lavar las toallas a diario es un ahorro de millones de litros de agua, detergente y factura de la lavandería. Ahora bien, la implantación de la limpieza esporádica en lugar de a diario, que se ha afianzado en algunos países tras la pandemia, marca una diferencia significativa, pues puede suponer la destrucción de miles de puestos de trabajo. Y no es algo tan insólito, de hecho la cadena Hilton implementó esta medida en 2021.

El desaparecido Jaume Nebot fue la primera persona a la que escuché afirmar, años atrás, que la sostenibilidad era rentable. Ahora resulta una trivialidad, pero no hace tanto tiempo, instalar placas solares se veía como una inversión desmesuradamente alta cuyo retorno no estaba demostrado. Dos factores han modificado esta visión: en primer lugar, se ha encarecido sobremanera el precio de la energía, lo que ha hecho más atractivo el autoconsumo; y en segundo lugar, para sorpresa de los mismos empresarios, el mercado –el cliente– ha aceptado cambios sustanciales en los estándares de calidad si reducen la huella ecológica.

Hasta el momento se ha invertido en mejora del aislamiento térmico, consumo de energía de fuentes renovables, instalación de iluminación LED y eliminación de los plásticos de un solo uso. Son medidas necesarias, pero no suficientes, para alcanzar la sostenibilidad –económica, ambiental y social– y orientar la actividad económica a la circularidad.

La Fundación Impulsa ha definido nueve vectores de circularidad en la empresa: inversión en buenas prácticas circulares; digitalización de los procesos de gestión; integración de las buenas prácticas circulares en los objetivos corporativos; dotación de activos orientados a la durabilidad y correcta gestión de los residuos; aprovisionamiento con productos de kilómetro cero; automatización de dispositivos de consumo de agua y energía; participación real de los trabajadores en la circularidad; escoger proveedores que tengan pautas de circularidad, e informar a los clientes de los objetivos circulares.

Trabajar todo el espectro de la circularidad es imprescindible para que el cliente vea en estas medidas un interés por la sostenibilidad y no solo un ahorro de costes.