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Mallorca debería ser una isla fallida en el momento en el que el 28 por ciento de sus niños sufre pobreza. Así se puede creer después de lo que dice el informe de Unicef, que sitúa a España en el puesto 36 de un total de 39 países de la UE y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), solo por delante de Reino Unido, Turquía y Colombia. Que en la Isla hay niños y sus familias pasándolo mal es algo palpable. El pasado domingo, en Ultima Hora, la periodista Alicia Mateos advertía que las familias con niños eran excluidas de los alquileres porque los propietarios de las viviendas no los quieren. Ya se sabe: sus familias pueden alegar que son colectivo vulnerable y si pierden el trabajo no pueden ser desalojados.

En una Isla que presume del lujo y sus negocios boyantes, hay un reducto de la población que ha quedado relegado. En los sótanos y cuartos que alquilaban como infraviviendas hay familias con niños. Las familias que no pueden acceder a un piso decente por los precios y las condiciones que imponen los propietarios. También por los empleos en los que es imposible la conciliación, donde las madres quedan relegadas a trabajos de media jornada. Ojo a este detalle: ¿cuántos niños se quedan solos en casa porque sus padres trabajan? ¿Cuántos se quedan delante de la televisión, su nueva niñera? ¿Desayunan y cenan solos? Y según Unicef, estos niños que coquetean con la pobreza nada más nacer no pueden permitirse comer carne y pescado cada dos días, consumir fruta y verdura todos los días, irse de vacaciones una vez al año o no pueden adquirir ropa y calzado adecuado. Y esto a la Isla le tendría que dar vergüenza.