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Mojigatos y mojigatas siempre hubo muchos, pero aparte de bastante hipócritas, la mojigatería se refería, y así consta en el diccionario, a excesivos escrúpulos morales o religiosos, nunca políticos, y a diferencia del presente, esa santurronería gazmoña no se había extendido a los parlamentos y los debates ideológicos. Hasta tenían a gala, esos mojigatos remilgados, no meterse jamás en política al ser sus prédicas sobre el bien y el mal, naturalmente, de orden superior y universal. Ahora, desde hace más de una década, los populismos de derecha e izquierda, así como los nacionalismos crispados y la polarización de la que tanto discuten analistas y sociólogos, lo que ha provocado es una eclosión de mojigatería política nunca vista. A mojigatos muy feroces, me refiero, siempre atentos a darse por ofendidos y humillados, y a clamar contra sus rivales no por sus políticas, sino por su total carencia de moral y diabólica perversidad. Seguramente ya he comentado algunas veces este raro fenómeno de beatería política (hace tiempo que los titulares de prensa no hablan de otra cosa, sobre todo desde que apareció la palabra amnistía, pues al parecer tenemos un Gobierno inmoral), pero sólo ahora y tras larga reflexión (lingüística, no de ideas), caigo en la cuenta de que nos han invadido mojigatos feroces. ¡Nos atacan mojigatos salvajes! No sólo dispuestos a salvar España, sino a salvar nuestras almas. Siempre escandalizados, cargados de remilgos legislativos. Se puede llamar polarización, crispación, populismo, abuso desmedido de la hipérbole. Pero es mojigatería política, puritanismo nacionalista, susceptibilidad extrema. La que antes se ocupaba de redactar catecismos y medir las faldas, ahora ataca en todos los frentes institucionales y constitucionales. Ante lo cual, la izquierda se defiende siendo más mojigata y santurrona todavía. Espantosa, esa mojigatería de izquierdas. Sólo hablan de moral, de buenos y malos, como en las pelis. Que tabarra, la eterna lucha prepolítica entre el bien y el mal. La cosa se agrava porque si bien un mojigato debería ser tímido y apocado, estos son agresivos y feroces. En fin, que por fin entiendo la polarización global. Y la nuestra.