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Hay gestos que invitan a pensar que no todo está perdido, que todavía hay esperanza en que la sensatez vuelva a nuestra clase política. Me refiero a poner el nombre de Félix Pons a una calle destacada de Palma, una decisión del equipo de gobierno municipal que preside el conservador Jaime Martínez pero que no ha tenido ningún reparo en homenajear la figura de un socialdemócrata como Pons; este abogado -un día me confesó que ésta era su verdadera pasión y a la que regresó cuando cerró su ciclo institucional- protagonizó una de las carreras políticas dentro y fuera de Balears más brillantes de las últimas décadas. De lo que no me cabe ninguna duda es que personas como Félix Pons marcaron una forma de entender el servicio público con sentido de Estado, algo que ahora es imposible.

Aprovecho la referencia a la política municipal en Cort para mantener abierta la incógnita sobre las consecuencias de la remodelación que ha impuesto el alcalde a su equipo, cuyo aspecto más destacado es la proyección pública de Mercedes Celeste como nueva portavoz y el cierre de la posibilidad a la entrada de Vox en el gobierno de la ciudad; una opción que hace unas semanas no descartó Fulgencio Coll. El tema central no es si Vox entra o no en los gobiernos; la cuestión es de qué manera el Partido Popular logra protegerse de la contaminación que genera la alianza que ha posibilitado el acceso al poder en el Ajuntament, al igual que en el Consell o el Govern.

Y es que cada vez le resulta más difícil al PP distanciarse de Vox, lo que vendría ser el evitar la confusión entre Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal. Al menos de momento, en esta pugna los conservadores pierden terreno y no logran tomar la iniciativa, al final la ultraderecha se acaba conviertiendo en los protagonistas del debate público. No ignoro que en este juego hay medios muy interesados en que esto sea así, pero también hay que admitir que no hay desde Génova el acierto necesario para consolidar su principal patrimonio electoral: el espacio de centroderecha.

Debo reconocer que se están produciendo los primeros movimientos. Mínimos, insignificantes si se quiere. Pero que el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, apoye la reprobación del concejal de Vox Javier Ortega Smith por su deplorable comportamiento en un pleno del pasado mes de diciembre no puede pasar desapercibido; quizá estemos asistiendo a los primeros movimientos para el desamarre entre PP y Vox. Ya está bien de ir justificando o silenciando los exabrubtos de la ultraderecha.

¿Y después qué?

Se ha puesto el acelerador parlamentario para aprobar cuanto antes la ley de amnistía, una pretendida dádiva del presidente Pedro Sánchez al independentismo catalán y de manera más específica a Carles Puigdemont. A la vista de cómo van las cosas conviene ir preguntándose por el escenario posterior. ¿Anunciará el pinocho Sánchez el referéndum de autodeterminación para Catalunya? ¿Y si el Tribunal Constitucional tumba la amnistía? ¿Illa, nuevo presidente de la Generalitat? ¿Ganará Bildu en las elecciones vascas? Muchas dudas y de calado para otro año apasionante.