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Alguien, con un gran sentido común y mucha sensatez, me dijo: «Las personas fueron creadas para ser amadas y las cosas fueron creadas para ser usadas. La razón por la que el mundo está en caos es porque las cosas están siendo amadas y las personas están siendo usadas.»

Hemos invertido los términos: usamos las personas y amamos las cosas. Así el mundo no puede funcionar bien. Cuando las personas quedan relegadas y las cosas son supravaloradas, nuestra sociedad se vuelve egoísta y se degrada.

La persona humana debe ser respetada como primer valor y las cosas son para ser usadas con acierto y moderación. Cambiar este orden es trastocar la ética más elemental. Y una sociedad sin ética se degrada y repercute muy negativamente en la vida de las personas.