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El próximo 18 de febrero están convocadas las elecciones autonómicas en Galicia, todo un reto personal para el presidente nacional del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, y del que, en buena medida, depende su futuro político y el de la principal fuerza de la oposición en España. Me explico. En las últimas semanas, algunas encuestas plantean la posibilidad de que las fuerzas progresistas gallegas, encabezadas por el Bloque Nacionalista Galego (BNG), rompan la hegemonía electoral del PP en la región desde hace ya varias legislaturas. Feijóo dejó en herencia la Xunta a Alfonso Rueda con mayoría absoluta para irse a Madrid y plantarle cara a Pedro Sánchez. Como es obvio, los planes iniciales no se han cumplido; en La Moncloa sigue Pedro Sánchez. ¿Y si Rueda no continúa en el Pazo do Raxoi? El desastre en las filas conservadoras está asegurado.

Galicia también es una de las claves de la legislatura marcadas en rojo por Sánchez y sus estrategas, arrebatar al PP una comunidad histórica como la gallega supondría un importante cambio de rumbo en la actual deriva; aunque la pieza central sigue siendo Catalunya. Lograr que Salvador Hilla alcance la presidencia de la Generalitat catalana culminaría la operación destinada a perpetuar al PSOE y sus socios al frente del Gobierno español. Hasta ahora todo son meras hipótesis, los últimos sondeos siguen dando una clara ventaja al PP gallega sobre el resto de los adversarios en base a una mayoría absoluta -sin contar con Vox que no logra entrar en el tablero-. Sin embargo, no puede pasar desapercibido el detalle de la clara intención de desgaste que se ejerce desde el PSOE nacional en todo lo relacionado con Galicia; el caso de los pellets ha sido paradigmático. La presencia de Pedro Sánchez es constante para anunciar todo tipo de parabienes a diestro y siniestro. Ya todo vale.

Hay, por tanto, mucho en juego en los comicios del 18-F. No son unas elecciones autonómicas más, los dos grandes partidos, y en especial sus líderes, ponen en riesgo mucho de su capital político en riesgo.

El circuito Tramuntana

Los gestores de la Dirección General de Tráfico han anunciado la instalación de una nueva tanda de rádares para controlar la velocidad en la red viaria balear, un detalle que es de agradecer. No hay que escatimar recursos para incrementar la seguridad vial. La noticia, en un detalle para mi sorprendente, no hace ninguna referencia a medidas concretas -y eficaces- para acabar de una vez por todas con el asalto semanas de motos a la Serra de Tramuntana; un pareja convertido en un circuito de carreras casi permanente. E ilegal, por supuesto. Los agentes de la Guardia Civil deben tener tareas más urgentes que atender que el ir a controlar las masivas concentraciones de motocicletas cuyos conductores se entretienen poniendo a prueba el límite de temeridad que son capaces de alcanzar; además de la serenidad y prudencia del resto de usuarios de la carretera. Les avanzo que sólo un accidente de dramáticas consecuencias logrará que se adopten medidas contundentes para acabar con un problema que sufren miles de pacíficos vecinos de la zona. También estos convencido que el conflicto, entonces, se trasladará a otra zona.