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Quienes se definen como «la última generación de payeses de Mallorca» organizaron ayer una tractorada para expresar su enorme malestar e irritación. Esta sonora y espontánea protesta, desde Inca a Mercapalma, fue convocada a través de las redes y al margen de las organizaciones profesionales agrarias ‘tradicionales’. O sea, Asaja, Unió de Pagesos de Mallorca y Unión de Pequeños Agricultores (UPA). Ayer no les vieron. Hace años que el sector agrícola-ganadero de Balears agoniza y cunde el desánimo y la angustia, que constata la sabiduría payesa, ante la incesante disminución de la superficie cultivada, el constante cierre de las explotaciones y la implacable reducción de las cabezas de ganado. El campo ya no resistirá en Balears. Hoy está herido de muerte por las restricciones de la PAC con el temido cuaderno digital, los retrasos en cobrar las ayudas -que no son subvenciones, sino recursos necesarios para cubrir los sobrecostes- y la entrada de productos de terceros países que no cumplen las exigencias burocráticas de Bruselas. El grito, tan triste como abrumador, de quienes participaron en la tractorada se repite desde hace años. Este «¡basta ya!» ya fue cuantificado en el informe ‘SOS. La agricultura de Balears en peligro de extinción’, que en 2012 impulsó y redactó el entonces conseller de Agricultura, Gabriel Company. Las possessions de Mallorca y los llocs de Menorca, además de los déficits que afectan al sector primario, soportan unos extracostes de insularidad que les impiden producir y competir en igualdad de condiciones. Podemos afirma que «gracias a su grupo el año pasado se consiguió el reconocimiento de la insularidad de Balears en la PAC». Más allá de las loas y los panegíricos, ¿cuántos payeses de Balears cobrarán y cuándo unas cantidades a tramitar y justificar ante la UE, mientras la insularidad hay que pagarla cada día?