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Como las pestes de antaño, la pandemia que padecimos hace está dejando heridas y que tardarán lustros en cicatrizar. Tenemos escándalo de corrupción al canto por el asunto de las mascarillas. El PP, que hace poco se cargo a su propio presidente Pablo Casado por intentar pringar a la fraternal Ayuso en un escándalo similar, ha olido sangre y quiere cepillarse a Sánchez, Armengol y todo socialista lo que le salga por delante. Objetivo real: nuevas elecciones generales tras el fiasco del pasado julio. Hay que recordar que la tropa popular ganó las autonómicas y locales de mayo gracias al ‘¡vivan la cerveza y los bares!’ de Ayuso. Captaron así, con aroma a cebada y espuma blanca, el voto de castigo contra la izquierda por haber clausurado la nación entera.

Ahora el PP ha vuelto a liarla parda con el caso Koldo el mascarillero. Pero no se esperaban la rápida jugada de Sánchez al fulminar a Ábalos. Pensaban que daría cobijo. El PP no puede dar el mismo ejemplo: Ayuso, protegida de Aznar, es más intocable que la Virgen de Fátima.
A partir de ahí, asistimos una auténtica película de Cantinflas. No queda claro si es mejor reír o llorar. El ejercicio de cinismo de los dos grandes partidos marcará época. Es la segunda parte del caos de la covid. Ya nadie habla de las decenas de miles de muertos, ni se les homenajea como merecerían. Las mascarillas y el dinero público que se movió lo determinan todo. Marga Prohens exige que se devuelva al Govern hasta el último céntimo gastado. Busca dañar a Armengol. Es un juego de sombras chinescas aliñada con poses a lo Cantinflas. Ojalá no estalle jamás otra pandemia. Nos matarían a todos antes de repartir una puñetera mascarilla. Las pestes de antaño fueron terribles, pero al menos no había tanta hipocresía como con las bacterias de esta época descerebrada que nos ha tocado vivir.