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En esta cinta (István, Szabó 1988) el adivino Hanussen predice el final del Tercer Reich. ¿Pero podemos predecir el futuro económico? En 1988 el profesor Eugeni Aguiló nos explicaba en Teoría Económica que la economía es una ciencia social. Hasta entonces yo creía que era una ciencia exacta, con tantas asignaturas de matemáticas y estadística en el programa. Más adelante, tuve que soportar algunas bromas, como la que decía que los economistas nos pasamos la mitad del año diciendo lo que va a pasar, y la otra mitad explicando por qué no pasó lo que dijimos que iba a pasar. Y es que, como ciencia del comportamiento humano, hacer previsiones de futuro es imposible. En la conferencia del Cercle d’Economia del pasado 21 de febrero ‘La Mallorca que viene’, el profesor Onofre Martorell se preguntaba qué insensato se atrevería a predecir lo que va a pasar este año presidido por dos notables elementos condicionantes: las guerras y las elecciones. Con cierto sentido del humor, el nuevo académico explicaba que los economistas somos buenos para hacer análisis de las consecuencias de escenarios concretos. Los modelos económicos son limitados porque asumen que algunas variables no cambiarán (ceteris paribus) y un comportamiento racional del consumidor. Pero ni éstos ni los políticos lo tienen. La parcialidad occidental sobre Gaza (allí los embajadores no llevan flores rojas) y la ridícula provisión aérea de migajas, ignorando lo dispuesto por la Corte Internacional de Justicia, agita el conflicto en el mar Rojo. El hundimiento del Rubymar con 21.000 TM de fertilizante tóxico suma una nueva catástrofe medioambiental. Lo decía George Orwell en su novela de la granja (1945), todos somos iguales, pero unos más iguales que otros. Por eso cuando alguien nos pregunta que cómo irán los mercados, yo coincidiendo con Onofre Martorell y parafraseando la respuesta gallega diré: ¿Y con qué escenario me lo pregunta?, porque los economistas no somos adivinos.