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La carrera electoral de las presidenciales norteamericanas, cuyo Tribunal Supremo amnistió en diez minutos a Donald Trump del asalto con violencia al Capitolio a fin de revertir los resultados de las elecciones anteriores, permitiéndole así volver a presentarse y dotándole de total impunidad, puso de manifiesto otra vez que aquí no podemos quejarnos de nuestras desdichas judiciales. No es que no debamos, sino que no podemos de ninguna manera. Porque las trifulcas de nuestro jueces, el inconstitucional bloqueo del poder judicial y hasta las maniobras del Gobierno, controlado por los catalanes, para destruir el Estado de derecho, son auténticas naderías en comparación con lo que ocurre en la democracia más poderosa del mundo. Cuyo vitalicio Tribunal Supremo fue nombrado por el mismo Trump para hacer América grande otra vez, y no por Sánchez y un atajo de comunistas y soberanistas. Suerte tenemos de ser españoles (o catalanes), y no yanquis, porque con lo quejicas que somos, nos pasaríamos el día gimiendo ante esas calamidades jurídicas. A cuyo lado las nuestras son fruslerías. Y naturalmente, si no podemos quejarnos de nuestras contorsiones judiciales, menos aún podemos hacerlo de la crispación política y el insultante griterío de nuestros partidos, casi todos enarbolando banderas de conveniencia. Porque hasta los de Vox son razonables y muy democráticos comparados con los republicanos estadounidenses, y la ferocidad opositora del PP no llega a la suela del zapato conservador del Grand Old Party y su emblemático elefante. No, no podemos quejarnos de nuestras selváticas derechas, ni de nuestra tibia polarización, que es un juego de niños al lado de la suya. En cuanto a igualdad, asunto vidrioso, sería inimaginable que aquí el vociferante líder de la derecha fuese un condenado por abuso sexual, como es el caso de Trump. ¿Y del Gobierno podemos quejarnos? No mucho, porque por más excesos que cometiera Sánchez, jamás alcanzaría el nivel del crepuscular Biden, y su incondicional apoyo a la guerra kosher de exterminio que libra Israel. Qué cabronada, ya no podemos ni quejarnos. Y eso que sólo comparo con EEUU, líder de la civilización occidental. Conque figúrense.