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En pocos meses de diferencia, dos personas de mi entorno han dejado su trabajo. Simplemente han renunciado. Eran en ambos casos puestos de alta cualificación, de alta especialización, con una responsabilidad intermedia y un buen sueldo en una gran ciudad. No pueden más. Están cansadas de acatar decisiones injustas y de tener que lidiar con equipos que no pueden escoger, hartas de que se les exija cada vez más responsabilidad, de llevarse los problemas a casa, de la presión, de tener ansiedad, de tener que estar disponibles en su tiempo libre, de que no se escuchen sus peticiones y propuestas de mejora, y hartas de que cuando al fin se les reconoce un aumento de sueldo que creen que es para compensar lo que ya están haciendo, resulta que es una propina en comparación con la avalancha de nuevas tareas y exigencias que se les cae encima. Son personas muy válidas y responsables que simplemente no están dispuestas a asumir estas condiciones. Pueden dimitir y lo han hecho. Ahora quieren descansar, ‘resetearse’ y pensar en cómo quieren que sea su nueva vida.

Días atrás se publicó el Observatorio Trimestral del Empleo de Fedea, BBVA Research y Sagardoy Abogados, que cuenta con un interesante apartado que analiza las dimisiones voluntarias. El porcentaje de asalariados que buscaron otro empleo se situó en 2023 en máximos de los últimos 20 años (son alrededor del 8 %) y también está en máximos el número de asalariados que presenta baja voluntaria (2,7 millones el año pasado). Antes de la reforma laboral los contratos temporales suponían el 60 % de las bajas voluntarias, pero hoy las renuncias de indefinidos ya suponen el 75 % del total. Lo mejor del informe viene a continuación: la mayoría de los abandonos voluntarios no viene acompañado del acceso rápido a otro empleo ni a un grupo de cotización superior. Apenas el 40 % de las bajas por abandono voluntario da lugar a la incorporación a un empleo en menos de dos meses y tan solo el 27 % de los empleos posteriores a una baja voluntaria tienen un grupo de cotización mayor que el del puesto de trabajo precedente (lo que equivale a un mayor sueldo), mientras que el 35 % acaba en un grupo de cotización más bajo.

¿Y si es que acaban cobrando menos porque es lo que quieren, al menos una parte de ellos? Hoy sabemos que la conciliación, la flexibilidad horaria o el teletrabajo, las oportunidades de desarrollo profesional, el ambiente de trabajo o tener un buen jefe son requisitos o condicionantes importantes al mismo nivel que el sueldo. Detrás de la decisión de buscar otro empleo está la voluntad de mejorar las condiciones de trabajo o la movilidad territorial. Y mi percepción es que no son el 8 % de los asalariados los que buscan un trabajo mejor, sino muchos más.