TW
2

Con una cadencia inexorable, el expresidente catalán Carles Puigdemont va ejecutando todos y cada uno de los episodios que preceden a la declaración de independencia de Catalunya; se sabe de antemano el resultado de cualquier consulta que organizase la Generalitat en manos de los partidos independentistas. Tanto da que sean Junts o Esquerra Republicana. La vuelta de Puigdemont es otra micción que hace sobre Pedro Sánchez, aunque él insista en que sólo se trata de ligera cama d’aranya que en nada enturbia sus planes. El presidente del Gobierno permite con total descaro que sea el Estado español que el vea comprometido su futuro con tal de poder salvar su pellejo político, una irresponsabilidad que subyace como eje del actual clima de duro enfrentamiento que se vive en las principales instituciones del país. El líder del PSOE confía en que todas sus cesiones al independentismo catalán logren que Salvador Illa llegue a la Generalitat para romper la soga que amenaza con ahogar la legislatura y poner fin a su estancia en La Moncloa, apelar a la sensatez de los catalanes parece ya un ruego desesperado, entre otros motivos porque las promesas de reconciliación y solución del conflicto nadie las tiene en cuenta. Habrá más de lo mismo.

Solo el delirio sanchista puede dar crédito a que después del 12 de mayo se estará más cerca de la solución, entre otras razones porque el 21 de abril se habrán celebrado los comicios autonómicos en el País Vasco. Basta imaginarse un triunfo de Bildu sobre el Partido Nacionalista Vasco para adivinar la situación que se desencadenará y sus consecuencias a medio y largo plazo. Pedro Sánchez necesita una victoria contundente en Catalunya si quiere evitar que se le desmorone todo el chiringuito. La exigencia de Pere Aragonés, ERC, para que se conceda la independencia fiscal plena a Catalunya es el último obús lanzado desde Barcelona, toda una declaración de intenciones de la que Balears, por la parte que le corresponde, debería tomar buena nota. Aquí, los argumentos y justificaciones de Catalunya para el cupo las cumplimos con creces desde hace décadas.

El estruendo

El ruido atronador que invade la política española no debería hacer olvidar algunos aspectos nucleares del ‘caso Koldo’, aunque ello irrite las delicadas pieles de algunos mandatarios socialistas. La corrupción es un cáncer en nuestra clase política del que no se libra ningún partido en mayor o menor medida, pero lo sucedido con la venta de mascarillas fraudulentas al Govern durante la pasada legislatura no es una cuestión menor. A pesar de los denodados esfuerzos del fiel escudero de Francina Armengol, Iago Negueruela, ambos han quedado carbonizados por este asunto. La pregunta a responder es muy sencilla: ¿Por qué no se reclamó en tiempo y forma a la empresa proveedora? Ojo, que han sido 3,6 millones de euros los que se abonaron. ¿Se cumplían indicaciones del entonces ministro Ábalos? ¿De Moncloa? ¿De Ferraz? ¿De Koldo García? ¿Se quería engañar a la Unión Europea? En estos tiempos conviene no despistarse demasiado sobre lo que de verdad importa, por mucho que el objetivo de algunos sea despistar y confundir a la ciudadanía.