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Sólo los hinchas de Pedro Sánchez se niegan a aceptar los jutipiris constantes que le dedica Carles Puigdemont, el cual demuestra a diario que le tiene cogida la medida al presidente del Gobierno español. Como bien se recordaba estos días desde el Partido Popular, el independentismo catalán no miente y son pocos lo que dudan –excepto los tifosi del PSOE– de que el referéndum de autodeterminación en Catalunya ya figura en la mesa de negociaciones para garantizar esta legislatura. Podemos mirar a otro lado, quizá pretender que se alarguen los plazos –siempre que se conceda la soberanía fiscal que reclama Esquerra Republicana–, incluso que se adelante el día del Juicio Final; pero el tema ha entrado en la agenda sin marcha atrás. Los desmentidos desde el palacio de La Moncloa confirman la veracidad del anuncio.

Los comicios del 12 de mayo son, como ya he comentado en varias ocasiones, la prueba definitiva de la supervivencia política de Sánchez. Poner a Salvador Illa en el Palau de la Generalitat es la pieza clave de toda la estrategia, que si no se materializa aboca al caos. Y es que el escenario que se avecina es demencial: elecciones consecutivas en País Vasco, Catalunya y Parlamento Europeo. Abril, mayo y junio. De momento, lo que ocurra en los comicios vascos no parece generar demasiado interés, pero el primer peldaño se puede resolver con EH-Bildu como opción más votada; circunstancia que no puede significar de manera obligatoria que el PNV deje de estar en el palacio Ajuria Enea, pero lo que sí es seguro es que tendrá sus efectos en las contrapartidas que se exijan al Gobierno central. Los apoyos del independentismo vasco requerirán de más concesiones. Insisto, se puede mirar hacia otro lado, pero esta actitud no resolverá los problemas del conjunto del Estado.

La pregunta que cabe hacerse es hasta dónde son capaces de llegar Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en su desencuentro, qué límites tiene la acumulación de sinrazón en una deriva de la que ambos salen perjudicados a medio y largo plazo y por extensión el conjunto del Estado. Todos los zarpazos que dan los independentistas son de consecuencias irreversibles para el conjunto de España y sus ciudadanos. Estoy convencido de que les salva el sentido común de la ciudadanía y de que sus preocupaciones más inmediatas están en las antípodas de las cuitas políticas.

Una semana particular

Durante estos últimos días, el Partido Popular se ha prestado con entusiasmo a perpetrar nuevos ataques a la lengua catalana en Balears, tratando de convertirla con el paso de los años en una mera expresión folklórica; dinámica que cuenta con el aval de la presidenta Marga Prohens. Su credibilidad en este terreno es equiparable a la de Sánchez y a la del ministro Félix Bolaños con sus aseveraciones sobre los efectos milagrosos de la amnistía en el conflicto catalán. Otro de los aspectos novedosos de algunos dirigentes del PP días atrás es la exhibición pública de su fiel cumplimiento de los preceptos católicos de la Semana Santa, incluso apropiándose de reflexiones morales dignas de mejor causa. Mezclar religión y política no es buena cosa. Las cosas de la fe son siempre muy personales. Más discreción, por favor.