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Acabo de leer una obra que me ha dejado profundamente emocionado quizá porque ha derramado mucha luz sobre pequeños sufrimientos e inquietudes actuales. Se trata de un libro escrito por Lola Josa sobre el impresionante Cántico espiritual de San Juan de la Cruz.

Considero que este ‘Cántico’ no sólo es uno de los más grandes poemas de la literatura universal, sino también, sin duda alguna, la obra más inspirada de la universal poesía mística.

San Juan de la Cruz dio comienzo a este sublime ‘Cántico’ encerrado en una mísera celda en la que apenas podía moverse. Nueve meses duró este claustrofóbico encierro en el convento de Nuestra Señora del Carmen en Toledo.

Juan de la Cruz había tenido ocasión de escuchar a Fray Luis de León en la Universidad de Salamanca. Posiblemente fue en esta ocasión que quedó impregnado y fascinado por un cierto humanismo espiritualizado, quizá poco frecuente en aquella época.

También se nota en el ‘Cántico’ una profunda inspiración bíblica en donde la desnudez del alma eleva el espíritu a la «divina fuente desde donde mana el agua pura».

Quizá vivimos unos tiempos en que no hacemos mucho esfuerzo en penetrar en estos valores, pero siguen siendo válidos en sus aspectos literarios y espirituales de siempre, profundamente inspirados.
También en el campo del arte es noticia estos días San Juan de la Cruz. Se trata de la famosa pintura realizada por Salvador Dalí titulada El Cristo de San Juan de la Cruz.

La historia empieza en 1948 cuando Dalí hace pública su faceta de que ha redescubierto su fe católica y que tiene intención de dedicarse a la creatividad de arte religioso expresado con gran realismo.
Así las cosas, fue en la primavera de 1950 cuando Dalí tuvo ocasión de visitar el monasterio de la Encarnación de Ávila. Contempló, admirado y sorprendido, un medallón, de forma ovalada realizada en el siglo XVI en el que estaba representada la figura de un Cristo en la cruz con una perspectiva cenital. Su gran sorpresa fue cuando le comunicaron que esta pequeña obra, algo oscura y deteriorada, fue realizada por San Juan de la Cruz en la época de su cautiverio.

La periodista Vanessa Graell dio a conocer estos hechos y nos cuenta cómo Dalí después de haber visto esta obra dijo públicamente: «Todos mis trabajos han estado siempre influenciados por mis sueños. Me he sentido inspirado por uno de los más grandes místicos de la historia. Creo que este Cristo de San Juan de la Cruz es consecuencia de un éxtasis místico. Me impresionó tanto que en sueños vi este Cristo mientras unas voces me decían: ‘Dalí tienes que pintar este Cristo’».

Poco después añadió: «He tenido un sueño en el que se me ha sugerido representar la persona de Cristo sin los elementos propios de la pasión: clavos, corona de espinas, heridas, voy a representar la figura de Cristo en su total belleza física. Mi preocupación principal es pintar un Cristo bello como el Dios que es».

En efecto, la contemplación del cuadro comunica calma, serenidad, espiritualidad, mística, belleza.
Siempre lo he interpretado, a modo personal, que el que da voluntariamente la vida, que es el caso de Cristo, no necesita elementos visibles que expresen tormento ni siquiera sufrimiento. El mismo Dalí dijo: «Mi Cristo debe contener más belleza y más alegría de cuanto se haya pintado hasta hoy».
Personalmente creo que después de una serena contemplación del cuadro podemos deducir que Dalí nos sumerge en un concepto enigmático y muy personal, expresado con gran simbolismo espiritual y de una belleza muy formal.

Procedente del Museo de Glasgow, actualmente este Cristo puede verse, por breve temporada, en el Museo Dalí de Portlligat.

En tercer lugar, voy a nombrar a Carlos Saura, uno de los grandes directores de nuestro cine que, algo agnóstico de ideología, pero muy respetuoso con los condicionamientos humanos, dedicó una película, muy poco conocida, a San Juan de la Cruz. Su título La noche oscura del alma, inspirada en el Canto espiritual de este místico que vivió la época de la contrarreforma.

La película presenta una imagen muy dura de la época monástica. Desde el principio se trata a Juan de manera cruel y brutal como si fuera una bestia.

El tema de la película se centra en la historia en la que San Juan de la Cruz estuvo encerrado durante nueve meses (diciembre 1576 – julio 1577), en un pequeño y asqueroso recinto en el convento de Carmelitas de Toledo.

San Juan de la Cruz está considerado como uno de los grandes Doctores de la Iglesia.